Me interesó el reciente artículo de Ishaan Tharoor, uno de los imprescindibles columnistas de un gran periódico estadounidense: el Washington Post. Siempre valientes, siempre brillantes. Ambos. 'We live in an age of climate disater. Now what?' Así lo proclama el titular. Vivimos en una edad de desastres climáticos. ¿Y ahora qué?

Nos enumera Ishaan Tharoor los siniestros y potenciales capítulos del Apocalipsis climático. Que ya apunta maneras. Nos recuerda que los científicos estadounidenses nos han confirmado lo que ya sospechaba cualquiera que suela prestar atención a estos problemas. La década del 2010 ha sido la más calurosa de la historia del planeta. El 2019 ha sido el segundo año más cálido desde que existen registros. En el que hemos visto el deshielo y el regreso al mar de extensos territorios en Groenlandia, mientras olas de calor sin precedentes estallaban en la Europa septentrional. Según Tharoor, también hemos visto tormentas e inundaciones de una violencia inusitada, que han arrasado islas y costas, mientras los incendios apocalípticos, frutos de sequías durísimas, calcinan la flora y la fauna de tantos lugares.

Cita Tharoor los testimonios científicos que proclaman que «19 de los 20 años más calurosos que se han registrado han coincidido dentro de las dos últimas décadas. Según los expertos, las tendencias en el aumento de las temperaturas globales llevan la huella inconfundible de la actividad humana. La que cada año vierte en la atmósfera decenas de billones de toneladas de dióxido de carbono». Así lo siguen advirtiendo los inquietantes informes elaborados por la NASA y la National Oceanic and Atmospheric Administration. Prestigiosas agencias federales de un gobierno «que preside un notorio escéptico en temas climáticos y medioambientales», Donald J. Trump.

Dejemos al belicoso magnate norteamericano y busquemos inspiración y sosiego en las palabras que pronunció hace ya más de medio siglo el maestro Aldous Huxley. Con ocasión de una conferencia, tan profética como magistral, ('Man and his planet'), que impartió en la Universidad de California. Fue en 1959, cuatro años antes de su muerte.

Siempre intentó Huxley, a través de sus escritos y sus enseñanzas, ejercer de 'pontifex minimus' en aquel atormentado siglo XX. Fueron tiempos pródigos en feroces violencias y en ideologías satánicas. En los que los portentos de su inteligencia y sus conocimientos enciclopédicos, unidos a su generoso idealismo, nos iluminaron en tantas ocasiones. Hasta el día de hoy. Las palabras finales de esa disertación navegan ahora con la fuerza del viento premonitorio que golpea nuestras ventanas antes de la llegada de la tormenta. Cito a Aldous Huxley, maestro de maestros:

«Lo que el hombre le está haciendo a su mundo desgraciadamente nos pinta un cuadro sombrío. Y parece que no hay mucho que podamos hacer para que éste no lo sea. En una de mis próximas conferencias intentaré establecer un puente entre estos hechos y el problema de la moralidad: el problema de cómo deberían ser nuestros planteamientos filosóficos ante la naturaleza. Pues no deberíamos pensar en estos hechos de una forma puramente práctica, ya que siempre se deben contemplar también desde una perspectiva metafísica, ética y estética. Es sumamente importante, pienso, que podamos pensar en estas cosas con todo nuestro ser, no simplemente como tecnólogos, no simplemente como personas que desean alimentarse y poseer productos de la madera inmolada, sino como seres totalmente humanos, con una naturaleza moral y con una naturaleza estética, portadores de la presencia de una tendencia filosófica en nuestra mente».