Desde hace años vengo defendiendo aquí, y en otros medios, que una clave para superar el conflicto de Catalunya sería realzar el estatuto de Barcelona dentro de España, bajo cierta capitalidad compartida. Que ahora el pleno municipal apruebe una propuesta de Manuel Valls en ese sentido, con apoyo del partido de la alcaldesa, es el paso más importante que se ha dado para reformular el problema catalán, trasladando la presión a un objetivo alcanzable y muy coherente con la personalidad de la segunda ciudad de España. No es de esperar que esto sea bien recibido por Madrid, ni por el nacionalismo madrileñista español, pero nadie con sentido de la realidad puede pensar que el conflicto quedará atrás como si no hubiera pasado nada. La intentona secesionista, y la operación para frenarla, han dejado daños sociales evidentes, que harán necesaria una valiente cirugía reparadora.