Si convenimos en que el problema de Cataluña es uno de los más graves y acuciantes del país, y en que los partidos radicalizados de la derecha y de la izquierda no pueden contribuir a su solución, a medio plazo se hacen necesarios los votos parlamentarios de los dos grandes partidos para devolver la voz a la mitad de Cataluña, que habla español, que está acallada en la vida pública. La redacción de la segunda parte del art. 3 del Título Preliminar de la Constitución ha permitido la práctica desaparición del castellano de la enseñanza oficial. Dice así: "Todos los españoles tienen el deber de conocerlo y el derecho a usarlo". Es decir, tienen el deber de conocer el idioma español, pero no de estudiarlo. Esta redacción, que viene de una constitución anterior, dejó la puerta abierta para que llegara la situación actual, en que una de las dos lenguas oficiales de Cataluña, la del Estado, está en trance de desaparición del ámbito oficial de la vida pública. Esa colaboración de los dos grandes partidos españoles, PSOE y PP, debiera haberse producido ya con la abstención del PP en la elección parlamentaria del actual presidente del Gobierno. No sólo por corresponder a la abstención del grupo socialista dirigido por Rubalcaba en la última elección de Rajoy, sino, sobre todo, por facilitar la solución de un grave problema español, el de los nacionalismos secesionistas, que puede conducirnos, a medio plazo, a una balcanización del país. Aunque no es fácil la colaboración, en los asuntos de Estado, entre la derecha y el actual gobierno español, ese entendimiento mínimo debe seguir intentándose siempre.

Hay, sin duda, en España una derecha liberal, emprendedora, creadora de puestos de trabajo y de riqueza, y capaz de negociar con otras posiciones políticas. Pero, desgraciadamente, no es esa rama de la derecha la que predomina actualmente entre nosotros. Recientemente, se divulgó un vídeo de Ángela Merkel, donde la canciller retiraba una bandera alemana en una convención de su partido, la CDU, Unión Demócrata Cristiana. Para compensar los excesos, en el pasado, en el uso y abuso de la bandera alemana, la jefe de gobierno recomendaba una utilización moderada de un símbolo que representa a todos los partidos y a todos los ciudadanos del país. Este episodio sería impensable en España, donde la derecha que ahora predomina usa el himno y la bandera de España como si les pertenecieran en exclusiva, olvidando que pertenecen a todos los españoles. Lo expresó muy bien, recientemente, el portavoz del PNV, Aitor Esteban, en el Congreso de los Diputados: Algunos que se llenan la boca con la palabra "España" son incapaces de aportar alguna negociación positiva con grupos políticos diferentes. Borja Samper, al abandonar la actividad política como dirigente del PP vasco, lamentó: "Ya no somos capaces de reconocer a los políticos de otras ideologías." Hasta Ciudadanos, que había atraído a un valioso grupo de intelectuales en torno al eminente economista Luis Garicano, actualmente eurodiputado, abandonó la política integradora y liberal, para rivalizar con el PP, y hasta con Vox, en su desafortunado desvío hacia la derecha, de lo que dejaron buena constancia sus antiguos votantes en las recientes elecciones generales.

La derecha inmovilista, que prevalece ahora mismo, se corresponde con la "derechona" de Paco Umbral, y viene de la derecha primaria descrita por D. Gustavo Bueno. Procede de los servilones de Cádiz, de los apostólicos de la regencia de María Cristina, de los carlistas de la 3ª guerra, de los requetés de 1936, de los manifestantes de la Plaza de Oriente y de la plaza de Colón en Madrid. Sus inspiradores máximos son: Francisco Alvarado, el Filósofo Rancio, el P. Cádiz, el P. Vélez y el cardenal Pla y Deniel. La extrema derecha no puede contribuir a la solución del problema catalán porque piensa que toda discrepancia política se puede solucionar a base de dar tralla, y la extrema izquierda no es capaz de entender a quienes, al lado de la lengua y cultura catalanas, reivindican también la lengua y cultura españolas.

Es un mal síntoma de los tiempos que vivimos que el segundo centenario de la proclamación, el 1º de enero de 1820, de la Constitución de 1812 -la primera constitución española, después de la de José 1º, Pepe Botella, de Bayona- haya pasado totalmente desapercibido. Riego simboliza el patriotismo, por su medalla por el sufrimiento por la patria, por su valiente lucha y cautiverio frente a la invasión francesa. Pero, sobre todo, Riego simboliza la lucha por la democracia, ya que dio su vida, en 1823, en la defensa de la Constitución de Cádiz de 1812, una de las más avanzadas de Europa, de su época. En Asturias, sólo la Junta General del Principado y el Ateneo Republicano honraron debidamente la memoria del benemérito general nacido en Tuña (Tineo).

Es deseable que el PP se olvide de competir con Vox por el espacio político de la extrema derecha, y que Ciudadanos recupere al grupo liberal inspirado en el economista Luis Garicano. Por parte del gobierno español de coalición, es deseable que siga una política rigurosa, alejada de cualquier tentación de aventurerismo político. Sólo así podrá alcanzarse colaboración y votos en el Parlamento español para devolver a la mitad de los catalanes la voz silenciada en los planes de enseñanza y en la vida pública.