La ciudad estaba empapada, y más Campanillas, donde se pondrían las botas el presidente Juanma, Bendodo y el alcalde De la Torre. Pero esta noche se celebraría la treinta y cuatro edición de los Premios Goya. Como siempre, el Ayuntamiento se volcó en los agasajos a la progresía del cine, aunque solo representara el 15 por ciento de la taquilla española. Málaga no era una fiesta sino un gran charco. Incluso el presidente Sánchez se acercaría, travestido de smoking. La fiesta de los suyos lo merecía, aunque en la puerta del Palacio de los Deportes José María Martín Carpena -asesinado el 15 de julio de 2000 a las 21.40 horas por ETA-, fue abucheado a causa de sus amoríos nada discretos con los separatistas. Dos semanas antes de los Goya, Podemos, ahora en gobierno de coalición con PSOE, se manifestaba en Bilbao junto a Bildu a favor de los presos de ETA.

Poco más de una hora antes de la gala, ella le pedía ayuda a su marido para subirse la cremallera de su elegante vestido negro hasta los pies, con una falda vaporosa de ensueño, bolso plateado y dos sencillas perlas australianas para sus delicados lóbulos, recreándose él en su cuello unos segundos antes de decir eso de que iba a pedir un taxi.

Desde el mediodía, los actores se repartían por los restaurantes de la ciudad. Emilio Gutiérrez Caba -con 77 años y siempre joven- y su pareja recalaron en El Envero, en Sor Teresa Prat. Pero ya había un runrún en el clan y se celebraba que José Luis Garci no se llevara el gran premio, aunque tenía dieciséis candidaturas, él no pertenecía a la camada. Su obra, El crack cero, era otro cine, qué duda cabe. Almodóvar lo había expresado con claridad: «Quería decirle a Sánchez que, en los próximos cuatro años, él va a ser el coautor del guión de nosotros. Y espero que le vaya muy bien, porque si a él le va muy bien, nos irá bien a todos». Y ese «nosotros» resonó en el Martín Carpena como un aullido interminable.

Ella conocía bien la trama de la peli de su Garci. Unos meses después de que se fuera de este mundo el sastre Narciso Benavides, una atractiva mujer casada visita a Germán Areta, ex policía de la Brigada Criminal y ahora detective privado, para que investigara el caso. El sastre era el amante de esa mujer y ella cree que fue asesinado. Algo tenía esa película, se dijo para sí.

La carta distribuida por la Academia reconocía muchos fallos pero prometía salvarlos para la próxima edición, y eso que habían dispuesto de dinero, de mucho dinero, de los demás, claro, y de tiempo. Hubo problemas en los viajes y los alojamientos, que ser de izquierdas no se lleva mal con las mejores habitaciones de hotel. Pero la concejala de Cultura, Noelia Losada, no quería hablar de esas cosas, le molestaba, sino de la gran promoción que significaban los Goya.

La fiesta se prolongó hasta la madrugada que se confunde con el día, aunque la mayoría de los famosos se fueron a fiestas privadas tras la ceremonia, agotadas ya todas las baterías de las cámaras. Unos se apuntaron al sarao de Paz Vega y su marido Orson Salazar en el Palacio del Limonar. Los de El Deseo, de Agustín y Pedro, eligieron La Sole de El Pimpi, al fin y al cabo Antonio es de la casa, y Amenábar, que trajo su fake de la tragedia del 36, escogió el Hotel Miramar. Y que no falte ni gloria. Y Gloria no faltó. El paso de la borrasca por España había dejado diez mil siniestros, que no son nada al lado del Dolor y Gloria del director manchego.

La débil luz violeta del anillo superior del Martín Carpena abrazaba esta saturnal de lujo, aunque se hubieran ido los de más relumbrón. Mientras, los operarios, se afanaban en el desmontaje de tan efímeras estructuras. Él y ella, y como ellos muchos más, saboreaban lentamente una ginebra japo con piel de yuzu, y Marina le susurró al oído a Jacobo, también acicalado para la ocasión, «sé donde está Marisol, Pepita, pero no te lo voy a decir» y él se quedó fijo mirándola. Muchos años antes, Ángelo Badalamenti había escrito:

Espero sentado en este cine vacío

a que esa pantalla refleje sueños perdidos en el tiempo,

esperando a que empiece la película

para poder soñar despierto.

porque yo te quiero.