De nada han servido al intento demócrata de destitución de Donald Trump las filtraciones del libro en el que su exconsejero de seguridad John Bolton demuestra las presiones ejercidas por el presidente sobre su colega ucraniano para que investigara a su rival político, el exvicepresidente Joe Biden.

A lo único que parecen haber ayudado esas filtraciones mientras se celebraba el 'impeachment' en sl Senado es a promocionar el libro, que se publicará esta primavera, y a que algunos medios, entre ellos The Washington Post, rehabiliten a su autor, uno de los más peligrosos halcones que operan en la capital norteamericana.

Así, en un reciente artículo, ese diario liberal calificaba a Bolton de «hombre de principios» y ponía en tela de juicio que su motivación, al escribir el libro, fuera, como le reprochan algunos, entre ellos el propio Trump, el dinero que pudieran reportarle sus revelaciones sobre la Casa Blanca, sino que aquél ha pretendido sólo salvaguardar su legado político.

Un legado que conviene, sin embargo, repasar porque no tiene desperdicio: Bolton apoyó en su juventud la guerra de Vietnam, aunque como tantos otros halcones e incluso el propio Donald Trump, se las arregló para no ser enviado al frente.

Secundó también la invasión ilegal de Irak por el Gobierno de George W. Bush, algo de lo que nunca se ha arrepentido, y no se ha cansado, aunque por fortuna sin éxito, de propugnar ataques preventivos contra Corea del Norte e Irán.

De hecho su salida del Gobierno de Trump, en el que ocupaba últimamente el puesto de consejero de Seguridad Nacional, se debió sobre todo a sus desacuerdos con el presidente, al que le consideraba demasiado blando frente a Teherán.

Desde todos los cargos que ha ocupado en sucesivos Gobiernos de Washington, Bolton ha propugnado cambios de régimen en los países que se resistían a la superpotencia: desde Cuba o Venezuela hasta Irán, Siria o el Yemen.

Y cuando el segundo Bush anatemizó como integrantes del 'eje del mal' a Irán, Irak y Corea del Norte, Bolton incluyó también en el mismo a Cuba, Libia y Siria, recurriendo a mentiras sobre sus supuestos programas de armas biológicas o de destrucción masiva.

El que ahora en The Washington Post califican de «hombre de principios» ha sido además un crítico feroz del sistema de las Naciones Unidas y de otras organizaciones multilaterales por considerar que infringen la soberanía de EEUU.

Bolton se ha enorgullecido además siempre de haber contribuido al abandono por Estados Unidos del estatuto de Roma, que creó la Corte Penal Internacional, de la que Washington no ha querido saber nada.

Para el bigotudo político republicano, la ONU no cuenta para nada. Desde la caída del muro de Berlín tan sólo existe una comunidad internacional a la que ha de liderar el único poder real que queda en el planeta, es decir los Estados Unidos de América.

Todos esos datos de su biografía política, sin olvidar su decidido apoyo al brexit, parecen de pronto relegados a un segundo plano por la publicación de un libro que debería ayudar en principio a la causa demócrata, pero que parece tener mucho de vendetta personal contra el presidente que le despidió por considerar sus posiciones excesivamente radicales.