Tristísimos por Adú

Cine casi lleno y, curiosa novedad, todos al final con caras larguísimas, tristísimas. Pero el que más lloró fue mi siempre sonriente amigo de Senegal. Tardó minutos en poder hablarme y decirme que es así. Así de tremendo. Él salió hace 15 años en patera por Canarias. Así torturamos a África emigrante en nuestra frontera. Sin fijarnos en que son personas, más dignas aún que los elefantes.

Si al salir nos hubieran preguntado qué impuesto estábamos dispuestos a pagar para frenar este drama la respuesta hubiera sido de las que hacen historia.

Hagamos pues historia y salgamos de este cenagal de injusticia que nos está tragando como arenas movedizas. Es imprescindible ver Adú. Y luego forzarnos a humanizar la política europea.

Pablo Osés AzconaMálaga