A colación del tan traído y manido concepto de educación, como director de un centro de compensatoria y difícil desempeño en Palma-Palmilla, no entiendo cómo se puede avanzar cuando la ley del menor sigue sin ser desarrollada desde su aparición en los años 90. Lo que al final implica que, como ocurrió hace unos días; un adulto le pegue con un palo a un adolescente en la cabeza; se interponga una denuncia con el preceptivo informe del Materno de lesiones; el padre del adolescente vaya a buscar la justicia aplicando la sentencia 'ojo por ojo y tonto por tonto'; acuda junto con familiares a pegar al agresor de su hijo (porque considera que la justicia es lenta aplicando el 'principio de frustración'), hecho en absoluto justificable, y acabe la escaramuza con seis coches de policía, esposado y actualmente en los calabozos por agresión. Mientras que para su hijo, por otra parte, no acudiera ningún coche ante las llamadas de lo que estaba pasando.

Y todo este rollo para contar que las violencias, que no son en ningún caso justificables, no tienen el mismo valor si se agrede a un menor o a un adulto; o al menos en este caso, o al menos en este barrio. Esto es lo que se puede pensar sin escarbar mucho y sin saber las condiciones que han rodeado los hechos. La madre desesperada me cuenta que su hijo agredido ve a su agresor paseándose por la calle y jactándose de que no pasa nada, lo que genera en el menor, odio, rencor y ese sentimiento tan humano y peligroso que nos ha llevado a acciones tan 'memorables' en la historia como es la venganza.

En el fondo todos queremos lo mismo; vivir bien; una buena salud y que nos la devuelvan cuando nos falte; una buena educación que transforme en superhéroes a nuestros hijos e hijas; y una buena justicia que nos tranquilice cuando se incumplan los diversos códigos legales, civiles o penales. El 'principio de impotencia' es otro de los principios que nos hace pensar hacia dónde vamos, ya que le da mucho juego a las nuevas formaciones políticas y a sus asesores para plantar sobre la mesa las soluciones mágicas. Con los fiscales desbordados en conflictos que las leyes no amparan y ante situaciones que les dejan incluso perplejos, a ellos que ya están acostumbrados a ver de todo, estamos a expensas de jueces mediáticos que hacen malabares con las leyes. Pero no están en todas las provincias andaluzas. La educación no es un cajón de sastre que tiene todas las soluciones de los males de la sociedad.

Actualmente el 'coronavirus' amenaza con arrasar si no es controlado, pero España tiene desde hace mucho y en los barrios de transformación social, donde la marginalidad es la moneda de cambio y las personas se acostumbran a vivir en la precariedad, un virus también muy peligroso. Este virus se podría denominar 'peinetavirus', relacionado con la ignorancia, cuyos síntomas iniciales se detectan por el 'Principio de impotencia', y rápidamente se ve agravado por el 'Principio de frustración', lo que genera locura transitoria, agresiones físicas y buscar dinero de manera fácil y, generalmente, poco legal.

Desde la dirección de estos centros escolares, incluido el mío claro, pedimos ayuda a las instituciones y les proponemos soluciones si las piden, ya que afortunadamente cualquier problema es tal porque tiene una solución, si no tiene solución pues no es un problema, es otra cosa. Toda la gente se pregunta por qué si los asuntos pueden ser simples se complican con burocracia, papeleo y todas estas gaitas que nos amargan la corta vida con la que se nos regala y haciendo que no podamos disfrutar como se debería. Sólo se habla de educación en periodos electorales (y no siempre, y sin concretar). Las leyes educativas no se hacen con vistas a varias generaciones, ni dan las respuestas para que la sociedad crezca. Son los centros educativos los que, no se nos olvide, creamos los futuros profesionales que nos engrandecen. Al igual, que se forman las malas personas de la sociedad, ya que no salen por generación espontánea sino por cúmulos de desacertadas decisiones y malas 'mentorizaciones'.

Los menores deben ser protegidos como los elementos más importantes de la sociedad, pilares de esta y base de lo que vendrá. Mientras que no entendamos que todos los esfuerzos serán pocos y que nos costará un alto precio social no podremos conseguir deshacernos del 'peinetavirus' y evitar que evidentemente mute claro. Un palo en la cabeza de un menor es un palo en la cabeza de toda la sociedad, y si la justicia y las fuerzas del orden no lo ven así, mal vamos. Pero para todo eso necesitamos de algo que parece que esta sociedad no tiene, empezando por nuestros dirigentes; el tan traído y manido sentido común que, por cierto, algunos intentamos enseñar...

*Muñoz Bautista es director del CEIP Manuel Altolaguirre en la Palma-Palmilla