Estamos en la fiesta del baloncesto más bonita del año, para los grandes y los más pequeños. Se respira el ambiente de pabellón, se escuchan silbatos, zapatillas y botes, se sienten nervios, alegrías y decepciones y se ve, por suerte o por desgracia, de todo.

En una categoría infantil se debe premiar ante todo los valores deportivos, el pensamiento adaptativos y la capacidad para aprender de las situaciones tan importantes que experimentan (para algunos mejores que otros, pero debemos intentar que todos aprendan de la experiencia).

En este torneo no solo se juega, también se convive en un hotel común y se pueden trabajar las habilidades sociales, la educación en la mesa, en las habitaciones, la empatía o la responsabilidad individual y de grupo.

Lo primero a tener en cuenta cuando se viaja con jóvenes adolescentes es el conocimiento que se tiene sobre el grupo, el respeto y la madurez. Conociendo la edad y a los jóvenes, los más mayores debemos intuir las posibles problemáticas para adelantarnos a ellas, confiar en los aspectos que podamos para generar responsabilidad y cuidar en todo momento de las relaciones y los comportamientos.

Antes de viajar sería conveniente hacer varias reuniones educativas donde preparemos a los jugadores para las posibles situaciones que se van a encontrar. Ellos van con muchas expectativas y cuando éstas no se cumplen como creen, pueden frustrarse y aparecer conductas poco deseadas generadas por la falta de control, la impaciencia y la impulsividad. Jugar menos de la cuenta o no jugar les suele pesar mucho y se suelen venir abajo, los dolores inesperados les hacen perder su capacidad de atención, la falta de precisión en el tiro les hace perder la confianza y precipitarse, los arbitrajes en ocasiones los sacan de los partidos, y las reacciones de compañeros o staff les pueden condicionar su estado de ánimo.

Además de las charlas psicoeducativas, debemos tratar normas y conductas aceptadas y no aceptadas dentro del grupo, para no encontrar luego imprevistos y evitar así situaciones de estrés perfectamente evitables. Es importante adelantarnos y prever como educadores para favorecer un ambiente de calidad.

Durante la estancia y los partidos los psicólogos cumplimos con funciones importantes a la hora de generar aprendizaje en muchos sentidos. Un psicólogo en un banquillo puede seguir dando pautas a través de palabras clave para que los jugadores sigan mejorando, sigan corrigiendo o sean capaces de optar por diferentes decisiones más adaptativas. Personalmente me gusta mucho dicho trabajo, conectas en momentos donde realmente sienten la dificultad y aportas ayuda para que sean ellos lo que cuando puedan, la usen y aprendan para el día de mañana a ser independientes y autónomos en situaciones parecidas. Fuera del partido, podemos trabajar tanto antes como después, charlando en la previa sobre objetivos y sensaciones, niveles de activación, expectativas, emociones negativas y positivas; y a posteriori en relación al cumplimiento de las expectativas, los niveles de estrés experimentados, la capacidad de control de las emociones y las conductas, los olvidos, las incapacidades, los miedos...

En el hotel podemos ayudar al staff a educar en la mesa, para que se hidraten y coman lo que es debido y sean responsables de las digestiones, en las habitaciones para que todos dispongan de sus libros, su música y aprendan a descansar, desconectar, recuperar y respetar a su compañero, con los teléfonos, los horarios, la puntualidad, la gestión del grupo...

Un psicólogo en la Minicopa es posible, es viable, y sí, sumamos.