¿Dónde vas? La pregunta de Juana a su hija María no deja de ser retórica, ya que conoce sobradamente la respuesta: a la cárcel.

Hoy es domingo, y como muchos otros sábados y domingos, María va a recoger a Laura, Juan y Elena para desplazarse hasta la cárcel de Alhaurín de la Torre.

Son las ocho de la mañana y se afanan en cargar de juguetes y enseres didácticos el coche que Cruz Roja les ha asignado para el desplazamiento.

Al llegar al centro penitenciario se dirigen a la dependencia que tienen asignada, la ludoteca, donde distribuyen el material escolar y esperan la llegada de los primeros niños de la mañana. En turnos reglados de una o dos horas, los pequeños que van a visitar a sus madres y/o padres internos, juegan y participan en los numerosas actividades que les proponen los voluntarios de Cruz Roja.

El centro de Alhaurín de la Torre no cuenta con un módulo de madres, por lo que los pequeños no pueden permanecer en las instalaciones de forma permanente y deben ser los familiares los que cada semana los acerquen a la cárcel para poder convivir unas horas con sus padres.

El papeleo suele ser largo y tedioso, y no siempre permite el acceso de los pequeños.

Mientras se realizan todos estos trámites, los niños y los voluntarios de Cruz Roja han montado una verdadera fiesta en la pequeña sala que tienen asignada.

Las paredes han perdido su sombrío y monótono color penitenciario y se han llenado de carteles, dibujos y manualidades de todos los colores imaginables realizados por los pequeños.

Hoy es un día especial, porque uno de los niños, Manolito, cumple 6 años. La fiesta incluye piñata, globos y tarta con vela. Mañana, Manolito, podrá contar a los compañeros de su escuela lo bien que lo pasaron en la fiesta, y se sentirá como uno más del grupo.

Los voluntarios de Cruz Roja han atendido en 2019 a más de un centenar de niños, todos los sábados y domingos, durante más de cuatro horas cada día, en las que han realizado todo tipo de actividades lúdicas y creativas.

Durante ese tiempo los voluntarios de Cruz Roja se convierten también en esa pequeña red de apoyo familiar de la que carecen los reclusos.

Padres y madres aprovechan esos minutos de intimidad para mantener los vínculos familiares que toda pareja necesita, y que abre una luz de esperanza en sus largos días de reclusión.

La siempre dolorosa despedida, sobre todo de los más pequeños, pone a prueba el ánimo de los voluntarios de Cruz Roja, y esa pequeña lágrima que se dibuja en sus ojos es la que les empuja a volver un próximo día, y el siguiente y el de más allá, con el único objetivo de teñir de risas y felicidad las soleadas mañanas de domingo€ en la cárcel.