Las ratas están de moda. La instantánea de dos ratones dándose mamporros en una estación del metro londinense ha sido distinguida por el público como la ganadora del prestigioso concurso internacional sobre fotografía y vida salvaje, Wildlife Photographer of the Year, organizado por el Museo de Historia Natural de Londres. La imagen lo merece. Los ratones, nítidos y encuadrados, parecen dos agoniosos en rebajas disputándose a golpes la última ganga. Es que las ratas tienen su aquel, y el cine de animación las ha humanizado desde siempre (Ratatouille, Stuart Little, Ratónpolis, Basil, Los rescatadores, etc) pero sin llegar a la distopía de Ratpocalypse, una cinta perturbadora en la que un senador norteamericano da un discurso en Rusia sobre que la corrupción convierte a los hombres en ratas y ¡HOP! la gente empieza a transformarse en roedores. ¿Se imaginan? Que los corruptos trocasen en ratas. Nos faltarían trampas y queso.

Las neofeministas más aguerridas han dejado en el rincón del olvido la tan cacareada Que la culpa no era mía, ni donde estaba, ni cómo vestía; y han rescatado de ese mismo recoveco la famosa canción, Rata de dos patas, de la gloriosa Paquita la del Barrio. Les invito a buscarla. Rata inmunda, animal rastrero, escoria de la vida, adefesio mal hecho, espectro del infierno, maldita sabandija, cuánto daño me has hecho, alimaña, culebra ponzoñosa, deshecho de la vida, te odio y te desprecio. Todas esas lindezas contiene la contundente letra que ahora ha hecho suya la sección más alocada y visceral de la lucha contra el hombre. Pero su gozo en un pozo. Aparece Manuel Eduardo Toscano, autor de la canción, y dice, al más puro estilo de requiebro carnavalesco contra la censura, que se inspiró en el asco que le producía un político mejicano de la época para componer el temazo y evitar la prisión. Así que de inquina vengativa contra el sexo opuesto, nada de nada. Porque no se si lo saben, parece que feminismos hay muchos. Tantos como mujeres, pero altavoz y credibilidad sólo se concede a las que hacen de su lucha una cuestión sectaria y excluyente, o mediocre y neurótica, así definida por Loola Pérez (Maldita Feminista, Seix Barral). Como Rose McGowan, que repudia públicamente a Natalie Portman por llevar un vestido tejido con los nombres de las directoras de cine ignoradas por la academia en los Oscar de este año. Es un insulto al feminismo, asegura la envidiosilla actriz conocida en su casa. En cambio, Portman tiene un Oscar, un Independent Spirit, dos Globos de Oro y un Bafta. Pero es israelí y triunfadora tras escribir, producir, dirigir o interpretar más de cincuenta películas, y eso, claro, es imperdonable para según qué movimientos y asociaciones. Idéntica lapidación le ha tocado a Lolita Flores por cometer el atrevimiento de creerse libre y decir que a algunas mujeres se les está yendo de las manos esto del feminismo. Facha o gitana inculta son algunos de las piedras lanzadas por la horda del conmigo o contra mí. Se puede ser cajera y ministra, pero no artista y socióloga. ¿La mujer es una loba para la mujer? Pues por lo visto depende, mire usted.

Sin dejar el asunto ratonero, un especialista en plagas asegura en la BBC que existen estudios certificando la existencia de ratas del tamaño de ovejas. Se multiplican, evolucionan, adaptan y crecen. No se ustedes, pero yo me encuentro una rata del tamaño de un pastor alemán y me falta España para correr. Ya ven, ratas premiadas en concursos, políticos que se convierten en ratas, feministas reinterpretando canciones de ratas, ratas que parecen un Renault Twingo. Cuando el barco se hunde salen todas las ratas, incluso pueblan el Congreso. Y nosotros tan contentos, con los guantes bien puestos, olvidando que gato con guantes no caza ratones.