La nueva sociedad dedica demasiado tiempo no solo en proteger, que en ocasiones no lo veo tan mal, sino en «facilitar».

Facilitamos demasiado la vida a los pequeños sin darnos cuenta de la mochila de inseguridades y dificultades que les estamos generando para su futuro, sin ser conscientes de la inutilidad creada, que es por supuesto enseñada por parte de los adultos.

Puede que este fenómeno se crea que es más propio de parejas separadas, pero no, igualmente pasa entre familias estructuradas.

Cuando hablo de sufrimiento me refiero a dificultades, pequeñas molestias, sentimientos de duda, incomprensión, aburrimiento€ No podemos pretender evitar todas estas situaciones a los niños, haciéndoles ver que la vida es más parecido a un cuento de hadas que a una montaña rusa, siendo esta cuesta abajo, cuesta arriba, con curvas, diferentes velocidades, disfrute, miedo, etc.

Evidentemente, existen situaciones que no dependen de uno mismo, y el estar fuera de nuestro control debemos aceptar lo que hay, y esto sí que es una forma madura e inteligente de evitar sufrimiento. Resistirnos y luchar contra determinadas problemáticas de la vida que no dependen de nosotros, solo nos provocará estrés y malestar. Enseñar esto y aprender nosotros mismos a través de la experiencia nos hace ser más adaptativos.

Aceptar lo inevitable no es conformarse ni resignarse, y no se debe confundir con el descuido de mirar hacia otro lado, no cuidar de los detalles, no enseñar autodisciplina o no ser capaces de aguantar y resistir. Aprender a autoexigirse, comprometerse, responsabilizarse y buscar las excusas en uno mismo es algo fundamental para poder vivir la vida con valentía y decisión, para poder avanzar, crecer y cambiar.

Hay que dejar que desde pequeños se responsabilicen de su cuarto, que cuando van creciendo sean ellos los que preparen su ropa para el colegio y los entrenamientos, así como sus desayunos y sus meriendas. Aceptar que pueden ir al instituto, entrenamientos y a comer en familia con dolor de garganta o cabeza, con dolor de rodilla o de espalda y no pasa nada. No hacer que no se aburran y darles opciones siempre para hacer, ya sean tablets, paseos, helados, juegos, play, etc. Pueden aprender a aburrirse o a ser creativos para no aburrirse, teniendo en cuenta que aprender a estar tranquilos en una mesa, viendo una película o escuchando música también se enseña.

Les evitamos cualquier dolor haciéndoles demasiado sensibles y poco resistentes, consiguiendo que su percepción subjetiva del sufrimiento sea alta sin realmente haber aprendido a sufrir. Quién sabe si podrán superar los palos que sí o sí acaba dando la vida€

Les evitamos dudar y tomamos decisiones por ellos haciendo que el día de mañana no sean valientes, se frustren rápidamente si cometen un error y tomando rendiciones por oportunidades. Quién sabe si creerán que son capaces de conseguir su sueño y se levantarán tantas veces como sea necesario para optar a estar más cerca€

Los mantenemos cerca para hacerlos dudar, desprestigiando la independencia y la autonomía a través de la experiencia en solitario, provocando realmente inseguridad e inutilidad. Quién sabe si serán capaces de tomar decisiones en relación a compañías, parejas, trabajos o familia en momentos importantes€

Aceptamos excusas ajenas a ellos como razones, evitando responsabilidad, compromiso y superación, para hacerse cargo de un destino y lucharlo cada día, a las buenas y a las malas. Quién sabe a quién acusaran y qué, para evitar seguir soñando despiertos y ser víctimas y no aventureros, de esta sociedad.

Según Carl Rogers, «me doy cuenta de que si fuera estable, prudente y estático, viviría en la muerte. Por consiguiente, acepto la confusión, la incertidumbre, el miedo y los altibajos emocionales porque es el precio que estoy dispuesto a pagar por una vida, fluida, perpleja y excitante».