En una semana blanca para los escolares y de matices más plomizos para el resto de los ciudadanos, la urbe afronta, en estas últimas jornadas del mes, un deambular taciturno con la sombra cada vez más alargada del inquietante coronavirus y por la celebración de dos plenos municipales simultáneos, uno extraordinario sobre el ‘fiasco’ del Museo de las Gemas y la sesión plenaria de carácter ordinario de febrero.

Coincidiendo con el día, 26 de febrero, fue en 1958 cuando el Ministerio de Fomento ordenó que todos los vehículos motorizados debían de estar provistos, en carretera, de espejo retrovisor. Los espejos retrovisores son, en muchas circunstancias, los grandes olvidados de nuestro vehículo; no sólo porque omitimos su visión durante la conducción, sino que en distintas ocasiones no los tenemos regulados correctamente, generando que no cumplan con su cometido vital: darnos las posibilidad de ver qué o quién se acerca a nosotros por detrás. Así, realizando un uso correcto de los mismos evitaremos situaciones comprometidas con los demás usuarios de la vía; por ello, es tan importante ser visto como poder ver a dónde vamos y lo que viene detrás.

Atendiendo a su sustancial importancia, parece demostrado que los espejos retrovisores del Consistorio no fueron ajustados a los intereses de los malagueños, ya que no sabían hacia dónde iban con el proyecto del Museo de las Gemas, Art Natura - el cual fue rechazado en Valencia -, ni visualizaron a los opacos personajes de Art Collections quienes venían detrás. El montante de esta ‘mala gestión’ asciende a un dispendio de 8,7 millones de euros de dinero público. Al respecto, el inversor y empresario Warren Buffet me comenta que en el mundo de los negocios, el espejo retrovisor es siempre más claro que el parabrisas. Mayor prevención en los espejos retrovisores municipales.