Hay veces que estar en el candelero, ser apuntado por el foco mediático, no implica necesariamente que haya más luz y transparencia. Al contrario, hay focos que ciegan, flashes que arrojan más sombras que luces. Eso es lo que ocurre, por desgracia, en Torremolinos.

Mientras escribo estas líneas me invade un profundo desasosiego respecto a la situación política que vive mi ciudad. El nombre de Torremolinos aparece en los medios de comunicación y en las redes sociales ligado a una forma de proceder por parte del equipo de gobierno y sus socios -una auténtica sopa de letras— que poco tiene que ver con el interés general de los vecinos.

No hay venda ni sueldo público que tape las vergüenzas de lo que está ocurriendo en el Ayuntamiento, en el que se adoptan decisiones que suponen un injustificable gasto del dinero de los torremolinenses con el único objetivo de que el actual alcalde no pierda el poder. Eso no es gobernar.

El último caso en este camino de despropósitos lo protagoniza una concejala del grupo no adscrito, ex de tantos partidos como chaquetas caben en un armario, que pretende cambiar el reglamento interno del Ayuntamiento para que un solo concejal pueda disponer de grupo político.

No crean que la cruzada de esta edil va en defensa de aumentar la representatividad de los grupos políticos minoritarios. Lo que busca es conseguir que un solo concejal tenga los mismos derechos económicos y de contratación de cargos de confianza que cualquier otro grupo político que haya conseguido más concejales.

Esta cacicada, ante la que el alcalde de Torremolinos, José Ortiz, calla; además del cuestionable uso del dinero público que conlleva, supone también vulnerar la Ley de bases de régimen local, que obliga a todos los ayuntamientos a establecer límites materiales y económicos a los concejales que abandonan su grupo político; precisamente para evitar que el transfuguismo tenga algún tipo de rédito político o económico.

Sólo el PP se ha opuesto a esos cambios. Sólo el grupo al que represento como portavoz en el Ayuntamiento ha alzado la voz ante lo que supone otra concesión más del alcalde para evitar perder el poder.

Mientras tanto, Torremolinos sufre la desatención de parte de sus representantes municipales, con el regidor a la cabeza, y sus vecinos asisten con estupor a cuestiones que, por separado pudieran no ser más que la consecuencia de una mala gestión; pero que en su conjunto trazan un relato cuyo único título es: indolencia.

Oficinas que se alquilan y se mantienen vacías; corte de luces en la Casa de la Cultura, en la Biblioteca Goya o en la Oficina de Turismo; un problema de limpieza en el municipio que se ha convertido en una situación endémica. Una estrategia turística inexistente, sin acciones siquiera a corto plazo.

¿Hasta cuándo vamos a tener que tolerar los ciudadanos de Torremolinos que la única acción del alcalde sea perpetuarse en el poder? ¿Acaso no entiende que ser regidor es mucho más que sentarse en la Alcaldía? ¿Ha olvidado el privilegio que supone que tus vecinos confíen en ti para que mejores sus vidas?

Un foco mal situado arroja más sombras que luces. Y Torremolinos no puede vivir a la sombra de personas que no ven más allá de sí mismos, que entre tanto destello olvidaron lo que representan, el motivo por el que fueron elegidos.

* Margarita del Cid es portavoz del PP en el Ayuntamiento de Torremolinos