Hace más de cuarenta y cinco minutos que escribí el título y esta es la primera frase que escribo. He decidido empezar a escribir en defensa propia, porque el que no empieza no acaba. Mi teclado siempre me lo pone difícil, pero hoy está siendo especialmente inmisericorde conmigo. Como cada vez, hoy también me ha raptado la mirada, pero sin darme pistas. Se limita a mantenerme abducido y seco de ideas palabrosas, en un estado de mitad afasia y mitad agnosia, inmisericordes ambas, también. Lo escruto --horrenda palabra esta-- y me agobio.

La distribución de las letras en mi teclado jamás fue una ayuda, y hoy tampoco. Ni consonantes ni vocales están por la labor de colaborar conmigo. Después de activar todos mis recursos durante tres cuartos de hora largos, solo he alcanzado a leer es, se, re, de, ser, tres, gres, fresa, as, zas, fe, ji, ju, uy, huy, lio, des, lo y ñoño, y, de entre todas, la única que merece verdaderamente la pena es ñoño, porque conseguirla exige una cierta inspiración artística. Escribir ñoño con el teclado exige la ejecución de un perfecto pas de deux con dos dedos. Eñe-o-eñe-o. Pruebe, amable leyente, pruebe y verá...

El apartado numérico de mi teclado, de recia estirpe científica de las de toda la vida, siempre se manifiesta menos cicatero y más munífico que el apartado alfabético. De izquierda a derecha, cada vez me deja leer «mil doscientos treinta y cuatro millones quinientos sesenta y siete mil ochocientos noventa». Y de derecha a izquierda, «novecientos ochenta y siete millones seiscientos cincuenta y cuatro mil trescientos veintiuno». Ni en uno ni en otro sentido sería un mal mensaje si de expresar la cantidad de agradecimiento se tratara. Qué hermoso es saber agradecer en carne viva, sin recovecos.

Excepto los acentos y los puntos y las comas en todas sus variantes, el resto de chirimbolos gráficos que componen mi teclado tampoco me inspiran nada, solo desorden, probablemente. Los acentos, los puntos y las comas son caso aparte. Son como el sereno orvallo astur en mayo y como el estrellado universo sahariano en septiembre. Cada acento, cada punto, cada coma... son primaveras florecidas para enamorar a los dedos que los alumbran y para emocionar a los ojos que los leen.

Nuestros vecinos del norte, los galos, dicen, y dicen bien, que «es el tono el que hace la música». Y digo que dicen bien, porque precisamente esa es la esencia del verdadero oficio de las tildes y de los puntos y de las comas: entonar las palabras, acompañarlas, acompasarlas, flexionarlas, cadenciarlas, musicarlas... A veces, cuando avivas una palabra atildada bien entonada y la acompasas con una coma empática, el porvenir del mensaje se extiende y convoca a las palabras compañeras, que acuden en procesión sin que ninguna sobre, sino todo lo contrario.

No hay tilde, ni coma ñoñas, ni puntos ñoños, como no hay políticos ñoños, si con su participación hacen de la política un arte. La política es el arte de lo posible, decía Aristóteles, un arte, por cierto, desconocido para casi todos nuestros políticos que viven de serlo. Hodierno, salvo exiguas excepciones, el fementido tono de nuestros representantes políticos convierte a la política en un destartalado modelo de desorden, tan manifiesto, o más, que el de los chirimbolos gráficos de mi teclado que, insisto, por no inspirar no inspiran ni confianza. Entristecedora realidad en estado puro.

La irresponsabilidad política, tal cual vibra en derredor, cada día se verifica más como el sacrosanto deber intrínseco de los partidos con caracteres endogámico-tribales excluyentes, que aspiran a vivir en perpetuo cuarto creciente, caiga quien caiga. Si hubiera de substanciar esta afirmación lo haría representándola mediante una voz enronquecida, circunspecta y afectada, que fluyendo del centro del conocimiento universal sentenciaría la esencia de su mensaje en dos partes:

Primera parte: «Da igual de dónde vengan, dejad que los votos se acerquen a mí, que nunca es tarde si los votos llegan».

Segunda parte: «Amancebaos, bienamados, que la verdad política es un bien pensado por la Naturaleza exclusivamente para mí, que compartiré con vosotros, o no, ya veremos. Aceptadlo o salid de mis fotos».

Bueno, bueno, finalmente, aunque mi teclado no haya colaborado conmigo, al menos no me ha impedido expresar lo ininteligible. Eso sí, como siempre, a mi manera... Algo es algo.

¿Es o no es para romper a llorar?