La precarización del empleo y los salarios (una misma cosa) tiene que ver con la globalización del mercado y la competencia de los productos de países con baja renta salarial y social, pero el capitalismo lo ha aprovechado para apretar tuercas más todavía. Un problema añadido es que esto ha forzado a millones de personas educadas en la decencia a rebajarla para sobrevivir en su trabajo. El embauque al consumidor, la pérdida de la vergüenza para captar compradores o clientes, el retorno de la chapuza y el engaño, suponen una descapitalización enorme del bagaje ético mínimo que un país necesita por razones de respeto recíproco, de confianza comercial y hasta de autoestima. Una pérdida tal vez irreparable, pues recomponer ese tejido, erradicando el todo vale y el sálvese quien pueda que hoy imperan, podría resultar ya imposible. Encima nadie habla siquiera de esta otra precarización.