Veo, en una mesa de la Moncloa con una sillas horribles que parecen el descarte del atrezzo de 'Bitelchus', a mi presidente del Gobierno y al Sr. Torra, cara a cara con sus equipos, dispuestos a hacer papiroflexia con la Constitución del 78. «Mira, Quim: una grulla». Del Sr. Torra y de su equipo sólo recuerdo un bufet de insultos y desprecio desde hace meses. Del Sr. presidente del Gobierno, que también me gobierna a mí aunque no lo parezca, sólo recuerdo un generosidad económica con Cataluña y unos juegos de palabras de los de engañarse jugando al solitario. No se decidirá nada que no entre «en el marco de la seguridad jurídica». Parafraseando a Peter O'Rouke, le das a estos adolescentes lazados y estrellados las llaves del coche y les enseñas dónde está el mueble bar y no esperas que no fulminen la Constitución: sólo rezas para que no se salgan mucho del marco de la seguridad jurídica. O de las reglas universalmente admitidas del Trivial. No hagáis mucho ruido. No me peguéis en la cabeza, que estoy estudiando.

Debe de ser eso del hijo pródigo, que yo nunca he entendido bien. Si esa pregunta cae en el examen de conciencia del Juicio Final, me doy por suspenso. Decía que no entiendo bien por qué al paciente andaluz la ministra Montero le ha cogido el IVA, lo ha metido en su chistera y ha sacado un ramo de flores de plástico y al pródigo catalán, todo el día rajando de España en estéreo y con subtítulos, todo el día con el todo mal del Estado Español y se pelean por meterle once mil millones en el bolsillo, para sus gastillos, entre otras lindezas. Además.

Viene el 28 de febrero. Constitución, Estatuto y Autonomía. Vamos a tener que cambiar el himno. Vamos a tener que ir al 'Andaluces, cabreaos', porque ya está bien.