87 años. Aún estoy bien y disfruto bastante aunque a cámara lenta.

El acontecimiento que más espero ahora es mi propia muerte.

Me esfuerzo en convencerme de que tendré más vida, eterna y muy buena. Y como casi lo consigo no me preocupa marcharme. Más bien hasta me gustaría despedirme bien de los amigos.

Es muy probable que sea de repente porque el corazón se olvide de obedecer al marcapasos.

Pero es bastante posible que caiga en el alzheimer. Y una inconsciencia de varios años, tan trabajosa para mis allegados, sí que quiero evitarla. En realidad es lo único que me preocupa. Me tranquilizaría poder predeterminar que cuando alcance una tal situación, bien precisada, que me suministren una pócima letal. Pero eso que es tan civilizado parece imposible. Ni hay pócima fácil de obtener, ni a nadie se le permite actuar cuando yo ya ni sea yo. Hay que arreglar este superfallo.

Pablo Osés Azcona

Fuengirola