Tenía este título archivado en mi mente desde hace algún tiempo. Deseaba escribir sobre ese inolvidable grupo musical genovés, los Ricchi e Poveri. Fueron ellos, los Ricos y Pobres, los que dominaron la galaxia de la mejor canción romántica "pop" italiana. Después de una trayectoria de más de 30 años se nos sigue acelerando el pulso cuando les oímos interpretar aquellas obras maestras. Fueron las incandescentes "canzoni d'amore" de unos tiempos inocentes y amables que ya nunca nos abandonarían. Como "Mamma Maria" o "Sarà perche ti amo".

Angela Brambati (divina entre las divinas) y sus compañeros Angelo Sotgiu y Franco Gatti, incombustibles los tres. Tanto tiempo trabajando juntos sin dejar de ser buenos amigos. Admirables. Sus triunfos en el festival de San Remo se convirtieron en algo casi rutinario. Y nada nos trajo mejor el mensaje de un nuevo tiempo en Rusia, después de la voladura de la Unión Soviética, que las actuaciones en estado de gracia de este trío italiano, llenando el espacio de las noches blancas de Moscú o Leningrado.

En alguna ocasión he contado el episodio de aquel verano sueco, cuando "Mamma Maria" y las otras creaciones de los Ricchi e Poveri hacían furor entre los jóvenes e incluso entre los menos jóvenes. Mientras oían a los Ricchi e Poveri en el Grand Hotel de Saltsjöbaden, en la noche de la fiesta del Svensk Kräftskiva, no muy lejos de allí, un submarino soviético equipado con misiles nucleares había hecho saltar todas las alarmas al intentar penetrar en las aguas prohibidas del archipiélago que rodea Estocolmo. No nos enteramos hasta el día siguiente.

Es una pena pero lo de los ricos y los pobres, el nombre que tan gloriosamente utilizaron los Ricchi e Poveri empieza a tener connotaciones siniestras en no pocos lugares. Por supuesto no es culpa de los componentes de aquel trío mágico, que despejaron con su música cualquier temor a una amenaza nuclear en aquella simpática noche nórdica, dedicada a celebrar el milagro anual de la llegada de los cangrejos de río.

Por cierto, Voltaire, el filósofo francés al que tanto admiraba el Rey Federico II de Prusia, se equivocó cuando dijo aquello de que es necesario que haya muchos pobres, para dar un poco de alegría a los ricos. Es sabido que cuando la pobreza se nos va de las manos y revienta por encima de los diques de contención, incluso los ricos pueden tener problemas. Aristóteles, muchos siglos antes, lo tuvo muy claro. El sabio macedonio aseguraba que la miseria suele ser el heraldo de revoluciones y violencias.

Si tanto Voltaire como Aristóteles nos vieran en estos tiempos convulsos, les llamaría la atención la reciente abdicación del pensamiento inteligente del Partido Republicano de nuestra poderosa primera potencia mundial, los Estados Unidos de América. La reciente decisión de los republicanos de torpedear en el Senado la iniciativa del multimillonario y filántropo Warren Buffett hubiera fascinado a nuestros dos filósofos. Buffett intentaba reformar el actual sistema impositivo norteamericano. El magnate, uno de los hombres más ricos del mundo, lo considera un sistema injusto que favorece escandalosamente a las grandes fortunas norteamericanas mientras tritura a los más débiles. Según una encuesta de la CNN el 72% de los americanos apoyaría esta iniciativa.

Regresemos al gran Voltaire: "¿Qué es la locura? Es el tener una percepción de la realidad totalmente errónea y actuar racionalmente a partir de ella."