En la sede de Paseo del Prado, 18 -en el anterior régimen, la Casa Sindical, o sede central de la Organización Nacional-Sindicalista- se encuentra el Ministerio de Sanidad, con Salvador Illa al frente cuando no se encuentra de mesas independentistas, como la del pasado miércoles, o en el PSC, en Barcelona; también se ubica en el mismo edificio el Ministerio de Consumo, con el comunista Alberto Garzón en vanguardia y, por si faltara alguien más, Pablo Iglesias en el invento del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030. Cerca, por si necesitaran ayuda, está Irene Montero, en Alcalá 37 -muy cerca del 44, donde se ubicaba la Secretaría General del Movimiento-.

La mesa secesionista se desarrollaba a la par que el coronavirus y causaban sus respectivos estragos sin coordinación aparente alguna. Los reunidos en el Palacio de la Moncloa, ocho a cada banda, a modo de mediocres actores y actrices, tenían más que ensayado el juego de las poses, el paseo por los jardines y la jugada posterior de la aprobación del techo de gasto gracias a la abstención de ERC y de los filoetarras de Bildu. Por su parte, el coronavirus, o Covid-19 -que hasta en ponerle nombre tardó la OMS- solo se adjudicaba, en la mañana del viernes, 23 positivos y un paciente realmente grave, que además como contaba 77 años y patologías previas pues no era para tanto. Eso, al menos, pensaba Salvador Illa, el ministro de Sanidad, tras sus gruesas gafas negras, que disimulaban las llamadas en la noche anterior a Miguel Iceta, del que era su lugarteniente. Los cuellos de la camisa los tenía mal planchados, y lo sabía, pero no daba para más, él cursó Filosofía y Letras y ahora estaba al frente de Sanidad, aunque lo que había sido siempre era un apparátchik, un funcionario de la política al servicio de su partido, como tantos.

Illa reflexionaba en la insistencia con la que se movía el Gobierno en no crear alarma social, aunque eso supusiera en la práctica no adelantarse en la adopción de medidas ante la epidemia que ya rompía fronteras, mientras tanto puede remitir y así nos ahorramos irritar a la opinión pública con la adopción de medidas molestas e impopulares, se dijo. ¿Y si la cosa iba a más?, bueno, también sucedía en otros países, no estamos solos, lo que tuviera que pasar pasaría. Ahora, lo importante era que la mesa resultara satisfactoria para todos, y pasara el tiempo y se aprobaran los presupuestos y después€ pues ya se vería, ¡joder, quién sabe lo que va a pasar mañana!, concluyó. Creía tener a su favor la división de los independentistas con el liderazgo de JxCat intentando desgastar a ERC entre un puñado de fieles a Puigdemont. Pero si no era ahora no sería nunca, era una gran oportunidad histórica. Es lo que no comprende la derecha, que insiste en que blanqueamos al independentismo y que nos saltaremos la Constitución, pero si no hemos empezado€ Ellos no han hecho su trabajo y, por eso, lo tenemos que hacer nosotros, ¿a qué condujo el 155 de Mariano?, a nada, no cometeremos ese error, las cosas van a ser las que tengan que ser, pero si ya ha pasado antes, lo que sucede es que no lo quieren ver, ¿quién hizo la reconversión industrial en este país?, ¿y el referéndum de la OTAN?, ¿y quien le metió mano a ETA?... pues ahora toca Cataluña, lo que pasa es que en política no se puede decir todo, hay que arremangarse y eso estamos haciendo. Que coincide en que no tenemos mayoría absoluta€ pues hacemos de la necesidad virtud.

Aquella noche, Illa se acostó cansado y durmió bien y al día siguiente abrió varios periódicos y sonrió con agrado, así que el fin de semana pensó pasarlo con su gente en Barcelona, que Madrid se me hace muy cuesta arriba, se quejó. Pero el domingo, al mediodía, durante la comida, el móvil le sonaba insistentemente, y no quería cogerlo porque suponía lo peor, y le hablaban los amigos y no escuchaba y la cabeza le daba vueltas...

El gran Lope de Vega dejó dicho:

Hija del tiempo, que en siglo de oroviviste hermosa y cándida en la tierra,de donde la mentira te destierraen esta fiera edad de hierro y lloro;santa Verdad, dignísimo decorodel mismo cielo, que tu sol encierra,paz de nuestra mortal perpetua guerray de los hombres el mayor tesoro (...)

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