No, Noemí, te equivocas. Estrella Morente cantó versos de José Bergamín en el momento y el lugar más adecuados, el más necesario. El más difícil, también. Quizá eligió este momento por esta dificultad. Porque es una mujer gigante, colosal, capaz de tener simultáneamente los pies en el suelo y la cabeza en las estrellas.

La crítica a la banalidad del narcisismo, del ensimismamiento infantil, de la idiocia pop no hay que hacerla a puerta cerrada en el Comité Central, ni en una revista especializada de ciencias sociales. Hay que meterse en la boca del lobo, taparse la nariz y soltar la bomba en mitad de esa Academia en donde, curiosamente, la gente no aprende nada nuevo. Y dejaros completamente descolocados, como os quedasteis.

Con ese balbuceo mental del que quiere criticar la libertad del artista, pero no sabe cómo hacerlo sin ir en contra de su propia retórica, del que quiere defender la libertad del artista y se da cuenta de que el niñaterío a lo mejor se echa a llorar cuando lo oiga. Y esas lagrimitas bajan la cuenta de resultados. Al final, intentando ser y no ser, estar y no estar, Noemí Galera, responsable del Operación Triunfo que pasará a la historia por haber emitido en prime time versos de un poeta comunista en defensa del toreo, sólo alcanzó a titubear «no era el momento ni el lugar adecuado para hacerlo». Y, sin embargo, fueron el momento y el lugar exactos.

Y el que crea que hace falta ser protaurino o comunista para defender la hazaña de Estrella Morente demuestra estar atrapado dentro de unos esquemitas mentales muy muy pequeñitos. Basta con querer que la juventud sea una etapa de preparación y no el lugar donde quedar atascado para el resto de la vida.

Basta con apreciar la valentía de cada pequeña resistencia a la apisonadora de la ignorancia y el narcisismo. Basta, en definitiva, con querer celebrar la primera vez en tantas ediciones de Operación Triunfo en donde hemos podido escuchar a alguien cantando en directo. En directo de verdad.