No hay nada en la tele. Lo dice uno así, displicente, resignado, picoteando la ensalada, medio empijamado, después del telediario. No hay nada en la tele. Con el mando en la mano, mando que es símbolo de poder y que está a punto de ser cedido a la parienta, con más criterio y paciencia. Nada, que no hay nada. Eso después de un buen rato de zapping, ochocientos millones de canales, quinientos documentales sobre nazis, películas de ahora y de antes, series, dibujos animados, extraterrestres, concursos, operaciones triunfo, pesadillas en las cocinas, viceversas y mujeres y hombres, Viajar, majarones por el mundo y hasta canal Playboy, Canal Caza y Pesca, TCM, Los Simpson en salmuera, CSI Móstoles, cine español, cadenas autonómicas, emisoras latinas, los cincuenta primordiales y todas tus casas audiovisuales. Pero no hay nada. Sobreoferta que nos vuelve impacientes.

Un adulto medio estadounidense dedica unos 7,4 minutos al día a tomar la decisión de qué ver en las plataformas televisivas, según un informe de Nielsen. O sea, 45 horas al año decidiendo. Y eso es que no me han visto a mí. Para mí, hacer zapping no es decidir, es ver tele en sí mismo. No ver nada y verlo todo. Lo dicho: un trozo de una de Woody Allen, un cacho de documental, el final de un clásico, el inicio de una peli gamberra, finalmente, una hora de tele que te cuartea el cerebro, te hace evadirte y, si no te ha dado mucho sueño, te abre el apetito lector. Tal vez se trata de eso. También.

Los Netflix de la vida se esfuerzan ahora mucho en venderte, ponerte en bandeja, lo más visto, lo más atractivo, lo nuevo. Para que decidas rápido. La guerra está en retener. A mí lo que me retiene, como clasicón que soy, es la calidad. Aunque claro, la calidad ahora está en muchos sitios. No es mundo para indecisos. Tampoco para pobres, que han de conformarse con los canales gratis. Ahí, con los canales de siempre, diez o doce, tardas poco en hacer zapping y la cosa está en volver a empezar. Y vas haciendo un refrito en tu mente, viendo los programas a trozos. Hasta que te quedas en uno por aburrimiento o dolor de dedo pulgar, que es el dedo para el placer audiovisual, que no todo va a ser para el corazón, el dedo corazón. Digitus medius en latín, dedo cordial también llamado. La vida es el mando, que va a dar a la pantalla, que es el morir. Conviene tomar distancia.