Todos lo sabemos. Pero desgraciadamente es necesario volver a recordarlo. Miguel Hernández, el poeta de Orihuela, cabrero de origen y siempre hijo del pueblo, luchó, como no podía ser de otra manera, en nuestra guerra civil en el bando republicano y alentó con sus versos sus legítimas razones. Tras la derrota y tras un largo y penoso peregrinaje por un rosario de cárceles fue condenado a pena de muerte conmutada posteriormente por la de 30 años de reclusión por uno de aquellos tribunales militares de dudosa legalidad que constituyó el franquismo no para hacer justicia, sino para llevar a cabo una represión sistemática de los vencidos. Y en la enfermería de la prisión de Alicante falleció el poeta consumido por la tuberculosis el día 28 de marzo de 1942, sin que nadie de los presentes en su muerte pudiera cerrar sus ojos. Como no podía ser de otra manera en una dictadura de gran dureza represiva como fue la franquista, su voz poética fue silenciada durante aquella "longa noite de pedra" (Celso Emilio Ferreiro dixit) que fue aquella etapa y sólo en los sesenta a través de nuestros cantautores se oyeron sus versos como elemento de oposición al régimen dictatorial. Llegada la democracia, la excelente obra poética de Miguel Hernández pudo conocerse a fondo y valorarse positivamente entre el público en general, más allá del conocimiento que determinados sectores ilustrados tenían ya de ella. Pues bien: resulta que ahora el Ayuntamiento de Madrid, con mayoría de la derecha, ultraderecha y los liberales de Ciudadanos, a través de su alcalde, el señor Almeida, está llevando a cabo una operación de "resignificación" del memorial del cementerio de la Almudena que había proyectado la anterior corporación municipal presidida por Manuela Carmena y que estaba en fase de construcción. En el nuevo monumento no sólo se han borrado los nombres de los 3.000 asesinados por los tribunales franquistas entre 1939 y 1944 en Madrid, sino que, además, se han eliminado los doce versos grabados en la primera placa que había diseñado el autor del memorial y que estaban en coherencia con su simbolismo de conjunto. Esos doce versos eran los correspondientes a su poema "El herido" de su libro El hombre acecha" (1938- 39). Son aquellos versos que cantó Serrat y otros cantautores y acaban así: "Retoñarán aladas de savia sin otoño/ reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida./ Porque soy como el árbol talado que retoño/ porque aún tengo vida". El alcalde de Madrid, quien por cierto ya nos tiene acostumbrados a sus polémicas declaraciones que no suelen ser tales sino exabruptos que demuestran su escaso nivel intelectual y su ideología neofranquista, justifica la retirada de los versos de Miguel Hernández y los nombres de los tres mil ajusticiados del memorial con la excusa de que ni los versos ni los nombres de aquellos responden al "espíritu de la Transición". Para él, de lo que se trata con esa eliminación de los versos de Miguel Hernández no es sino el objetivo de dar una "resignificación" distinta al contenido del memorial inicial. Pero es fácil entender que lo que realmente se ha pretendido con ello es hacer desaparecer los versos de aquel poeta de corazón limpio y mirada serena siempre preocupado por los de abajo, que se utilizaron para oponerse y luchar contra una dictadura que pretendió no sólo eliminar de raíz a sus oponentes una vez terminada la guerra, sino construir un régimen sin libertades que incumplía los derechos humanos fundamentales. En realidad, estas humildes palabras de desagravio de Miguel Hernández, de su vida y su obra que van inextricablemente unidas, sé que no son necesarias. Porque sus versos "para la libertad" y su actitud vital en defensa de la igualdad entre los seres humanos siempre estarán vivos porque "retoñarán aladas de savia sin otoño", generación tras generación, entre la mayoría de los hombres y mujeres de este mundo.