La Societat Civil Catalana ha pedido al Gobierno algo más de atención constitucionalista y que no compre el relato fraudulento y traicionero del independentismo. Pero Sánchez, a pesar de recordarle a la oposición, que a él nadie le da clases sobre la Carta Magna, tiene el objetivo apuntando hacia otro lugar completamente distinto. Precisamente en la dirección contraria. El relato independentista ya ha sido vendido y comprado en incómodos plazos para pagar con él la supervivencia de una legislatura que ha nacido herida de gravedad. No obstante, no hay que desanimarse, solo una intensa vigilia democrática en Cataluña y en el resto del país puede salvar a los huérfanos constitucionalistas de este Gobierno que insiste en dialogar con los soberanistas para perder el tiempo o quizás ganarlo, nadie lo sabe porque las intenciones del sanchismo no son otras que las que determina el sentido de la oportunidad o, en último caso, la última sugerencia de Iván Redondo. La primavera se encuentra cerca y con ella la esperanza de despejar los virus que contraen nuestra existencia. Pla decía de ella que es muy fuerte, que tiene un impulso palpitante hacia la plenitud o la decrepitud, hacia la lucidez o la locura, la vida o la muerte. Y que se convierte, con frecuencia, en la época de las determinaciones súbitas, de las desgracias seguras y de la ceguera fulminante y fugaz. Es una estación en la que los seres humanos, impulsados por las fuerzas oscuras que nos dominan, solemos arrojarnos a cualquier abismo ofuscados por la ilusión de su fuerza. Un tiempo de optimistas en un momento en que el pesimismo espera cobrarse su revancha.