La semana pasada tuvo lugar en Madrid el primer Congreso de la sociedad civil, clausurada con una mesa redonda en la que Antonio Garrigues Walker -como moderador y maestro de ceremonias-, José Manuel Otero, Nicolás Redondo, Eduardo Serra y Victoria Prego. Nada menos que dos exministros, el secretario general del Partido Socialista de Euskadi y la presidenta de la Asociación de la Prensa (citados por orden alfabético) debatieron acerca de lo que debería ser la España del siglo XXI con sus retos y desafíos.

Mucho me extrañó que Prego se plantease qué es eso de la sociedad civil y si lo era por contraposición a la militar o la religiosa. Serra le contestó lo obvio: la sociedad civil es toda la española menos la clase política. Pues bien, en estos tiempos en que tanto se duda de la altura y la competencia de ésta, la clase política, llama la atención que hasta ahora la sociedad civil no se haya planteado salir al foro reclamando que se le tenga en cuenta. La institución creada hace poco bajo el nombre de Sociedad Civil Ahora, que preside Aldo Olcese, lleva ese hueco. Y el congreso realizado en el Casino de Madrid ha sido su puesta de largo.

Los ponentes de la mesa redonda de clausura coincidieron en casi todo; tanto como para que Garrigues les pidiese que manifestasen cuáles eran sus discrepancias. Un día antes, en la apertura del congreso, a los expresidentes Aznar y Felipe González (por orden alfabético, de nuevo) les había pasado tres cuartas partes de lo mismo: que tenían que rebuscar en la memoria para encontrar unas diferencias que eran al cabo nimias. Porque lo cierto es que tantas y tan diferentes personas, con ideologías contrapuestas, tenían una misma idea acerca de cuáles son los problemas que tiene planteados España en estos momentos y dónde quedan las soluciones. Se resumen en aprender del pasado, en rescatar el milagro que fue la Transición que recuperó la democracia y en evitar los extremismos políticos. Pero si todo es tan simple, ¿por qué andamos a la greña? Garrigues dio la clave al preguntarse cuántos jóvenes (con menos de 50 años, vamos) había en el salón repleto. Poquísimos.

Y Serra apuntó al declive del bipartidismo como el escollo añadido. Cuando el PP y el PSOE se disputaban el gobierno, sólo podían pescar nuevos votos en el caladero del adversario con lo que sus programas tendían a centrarse. Ahora, con Podemos y Vox presentes, buscan esos votos radicalizando su mensaje. Si se añade que los más jóvenes no han vivido el drama de la dictadura y el milagro de la salida democrática, el extremismo ideológico se impone calificando encima de engaño la actual Constitución salida del único consenso que se ha dado en España. Con lo que entramos en el problema peor. Como dijo Santayana, los pueblos que ignoran su Historia están condenados a repetirla. Y lo último que necesitamos ahora es otra dictadura, ni siquiera disimulada.