El pasado domingo, el 1 de marzo, a las 5:29 de la mañana, me llegó un correo de Julian Payne, un buen amigo inglés e ilustre hotelero. Me comunicaba que el día anterior había fallecido en su casa del lago Maggiore el gran Natale Rusconi. El que fuera durante más de medio siglo el "maestrissimo" indiscutible para tantos buenos profesionales del mundo de los grandes hoteles europeos. Había llegado el final de su larga y fecunda vida y de su siempre amable y civilizado magisterio.

Me contó mi amigo Julian que las últimas horas del maestro estuvieron llenas de serenidad. Siempre rodeado por los suyos. Y con su esposa norteamericana, Connie, siempre a su lado. Su casa - ya convertida en residencia habitual por las repetidas inundaciones de su vivienda veneciana - se levanta en las orillas de uno de los más bellos lagos europeos, el Maggiore, que Italia comparte con la vecina Suiza. Lo hubiera dicho Leopardi: "E'l naufragar m'è dolce in questo mare".

Desde su infancia siempre hubo un hotel en el horizonte vital de Natale Rusconi. El primero - el Hotel Argentina de Milán, en el que nació en 1926 - fue el negocio familiar que aseguraba el sustento y el bienestar de los Rusconis. Fue regentado por su férrea madre con la ayuda de su padre. Natale fue enviado a la escuela suiza de Milán, para aprender alemán. Con el apoyo de la familia estudió con aprovechamiento en la universidad milanesa literatura latina e historia. Y gracias a su pasión por los idiomas, los veranos pasados en prestigiosas escuelas suizas serían algo eminentemente rentable para el futuro hotelero. Entre los primeros establecimientos en los que trabajó duro y aprendió mucho, estuvo dos veces el legendario Savoy londinense. Su primera misión era la de llenar de tinta cada mañana las plumas estilográficas que el Savoy ofrecía a sus clientes en el momento de registrarse. Pronto destacó por su brillante labor profesional en la recepción y otros departamentos del augusto hotel británico. Ésta sería más tarde la cuna de la "Amicale" de los Gastrónomos del Savoy. Prestigiosa asociación que el Maestro Rusconi presidiría muchos años después. Con la ayuda de mi buen amigo y alma de la institución, Julian Payne.

Pasaron los años y la colección de grandes hoteles, tanto en Italia como en otros países, donde Natale Rusconi dejó su huella, fue creciendo. Las experiencias del maestro en la CIGA, la primera cadena hotelera italiana, tuvieron mucho que ver con sus primeros éxitos. El legendario Gritti veneciano fue su primera vela de armas como director general con amplios poderes de un maravilloso gran hotel internacional. Lo conté en mi último artículo navideño ("Un hotel veneciano", publicado en La Opinión de Málaga el 21 de diciembre de 2019).

Conservo como un tesoro el libro (1978) de mi buen amigo Rene Lecler: "The 300 Best Hotels in the World". En ese Vademécum indispensable, dedicado a los hoteles sagrados, estaban el Gritti y el Cipriani. Dos glorias de la Venecia eterna. Ambos fueron dirigidos por Natale . El segundo a partir de 1977; durante 30 años. En su descripción del Cipriani, en la página 138, el maestro Lecler ofició como profeta: "el hecho de que el Cipriani esté siendo dirigido por una de las verdaderamente grandes personalidades del mundo de los hoteles garantiza un futuro dorado para este lugar tan especial." Así fue.

"Arrivederci, Mr Cipriani". Así lo saludaba con todos los honores tipográficos el Mail On Sunday del 4 de septiembre de 2007, anunciando la inminente jubilación de Natale Rusconi. Con la gloriosa edad de 81 años. Por supuesto, no puedo terminar este breve texto sin compartir con ustedes la confidencia de cuál era el arma secreta de uno de los más grandes hoteleros de todos los tiempos. Desde muy joven sabía que un gran hotel es tan bueno como las mujeres y los hombres que trabajaban en ellos. Sin su entusiasmo, sin su profesionalidad y su capacidad de trabajo, sin la ejemplaridad de todos y cada uno de ellos, aquellos hoteles prodigiosos no hubieran existido. Siempre fue fiel a esta firme convicción.