La noche del 2 al 3 de marzo fue muy fría en Madrid, la temperatura bajó hasta los 3 grados. En Roma, en el Vaticano, el mercurio solo marcó de mínima 11 grados a altas horas de aquella madrugada que envolvía en silencio la Plaza de San Pedro.

La comunicación del cardenal Juan José Omella -arzobispo de Barcelona- con otros príncipes de la Iglesia fue constante según iba conociendo las adhesiones a su causa, lo que él no pudo desde Madrid -había llegado a la capital días antes- lo conseguían desde la Santa Sede, o lo intentaban. La Conferencia Episcopal española miraba a Roma, el reino de Jorge Mario Bergoglio. La asamblea plenaria de obispos del día siguiente habría de elegir entre Omella o Jesús Sanz, franciscano y arzobispo de Oviedo, para suceder a Ricardo Blázquez. Voto a voto es como se gana una votación, y eso es lo que tenéis que hacer, había dicho esa noche el malhumorado jesuita argentino -quien durante un tiempo fue técnico químico- antes de retirarse a descansar en su residencia de Domus Sanctae Marthae.

El hombre del Sumo Sacerdote en España sabía que solo tenía una ligera ventaja, por eso necesitaba el empujón de Roma para asegurarse el éxito. En esta ocasión, las tropas especiales de los jesuitas no tuvieron que movilizarse puesto que sus efectivos en la Conferencia eran mínimos. Mandadas por el general Arturo Sosa Abascal, que lo mismo cuestiona la autoridad de los evangelistas que abraza la teología de la liberación, estaban en otras operaciones tácticas. Parecido rastro al de Omella se percibió cuando el obispo de San Sebastián, José María Setién, se adueñó de la diócesis, muy conocido por el arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela Fernando Sebastián, fallecido y llorado en Málaga. Tanto ayer en el País Vasco como hoy en Cataluña, la jerarquía católica ha sido acusada por muchas víctimas de estar con los verdugos frente a los españoles. La Iglesia no tiene patria, es universal.

Ya en la época postconciliar, el papa Pablo VI escribió una carta que permanecerá inédita hasta 2018, cuando el contenido es revelado en el libro La barca di Paolo, del sacerdote Leonardo Sapienza, regente de la Casa Pontificia. El Papa escribió inquieto: «(€) diríamos que, por alguna rendija misteriosa - no, no es misteriosa-, por alguna rendija, el humo de Satanás entró en el templo de Dios».

Ahora, los omellas también tenían de vicecomandante a Carlos Osoro, titular de Madrid. En la sede de Añastro 1, Omella necesitó una segunda votación para imponerse a su alternativa, consiguió 55 votos frente a 29. Osoro obtuvo una mayoría menos holgada, 47 frente a 40.

Carmen Calvo también se había trabajado desde el Gobierno este resultado. Por eso, no fue de extrañar que Omella, en sus primeras declaraciones, abogara por el diálogo con el Gobierno, al que le deseó éxito. La regulación de la eutanasia, el IBI, la ley de reforma educativa, las clases de religión€, todo eso podía esperar. También dijo, refiriéndose a Cataluña, «en los temas más delicados, se han de buscar siempre los caminos de crear puentes, inspirados por la fraternidad y la convivencia». Como en la mesa de diálogo Gobierno-golpistas celebrada la semana anterior.

Pero con Omella la guerra continuará. En apenas dos años quedarán vacantes treinta diócesis y ahí el nuevo presidente de la Conferencia tendrá un gran papel porque es miembro de la Congregación para los obispos. Lo mismo que Bergoglio ya ha hecho a su medida el cónclave de cardenales que ha de elegir sucesor. Omella tiene 73 años, le quedan dos para jubilarse, pero aquel prorrogará su mandato.

Uno de los convocados a la Conferencia, mientras viajaba en el AVE a la capital leía en su Biblia de bolsillo en Mateo 23: 27-28: «¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que son como sepulcros blanqueados. Por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre. Así también ustedes, por fuera dan la impresión de ser justos, pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad». Siglos después, Francisco de Quevedo también había dejado escrito:

Buscas en Roma a Roma ¡oh peregrino!

y en Roma misma a Roma no la hallas:

cadáver son las que ostentó murallas

y tumba de sí proprio el Aventino.

Yace donde reinaba el Palatino

y limadas del tiempo, las medallas

más se muestran destrozo a las batallas

de las edades que Blasón Latino.