Lunes. 'La trinchera infinita'. Belén Cuesta y Antonio de la Torre están soberbios. Quizás es excesivo el metraje. Solo quizás. Estremece la ruindad moral descrita en esa España. Duele la claustrofobia. Qué miserable la vida en un pueblo andaluz entonces. Amaya me sugiere que releamos 'Los topos'. Mi ejemplar se perdió en algunas de las mudanzas. Empiezo a perder la cuenta de las casas en las que he vivido. Tengo tres bibliotecas. Cada una tiene su alma y hay una que ya difícilmente puedo visitar. 'Los topos'. En 1977, los periodistas Jesús Torbado y Manu Leguineche recorrieron España durante siete años en busca de historias de gente que se escondió en sus casas durante la guerra o posguerra y estuvo veinte o treinta años oculta. El libro fue un exitazo. Se reeditó en 1999. Tal vez alguna vez más. Si desnudamos la película, si le quitamos todo, todo, lo que queda es una hermosa y feroz historia de amor marido y mujer. Intemporal y eterna. El amor, esa pulsión que siempre se abre camino. Ya no se hacen libros como Los topos. O a lo mejor sí. Lo que sé es que ese periodismo primigenio de ir al sitio, preguntar, ver y luego contar no es el que está en boga. Y es el auténtico. Ahora los periodistas a veces parecemos topos. Todo el día metidos en la redacción.

Martes. Me hacen fotos. Sonríe, dice el fotógrafo. Salgo fatal. No me reconozco. Soy otro. Me dan ganas de hablar con él. Con el otro. Ese otro que tiene algo, poco, de mí. El asunto del desdoblamiento como materia literaria siempre me ha interesado. claro que también me ha interesado siempre mucho salir joven, delgado y sonriente en las fotos. No hay manera. Como mucho, consigo una de las tres cosas. No todo está perdido. La americana tiene más de un año y todavía me abrocha. Esta noche no ceno.

Miércoles. Yo lo que quiero es leer a Álvaro Cunqueiro y que me dejan en paz.

Jueves. Si escribo un ensayo sobre las prisas lo haré con calma.

ViernesV. Contaba Manuel Jabois en El País que van a publicar una suerte de memorias que Julio Camba escribió a propósito del tiempo breve, un año o así, que pasó en Argentina como anarquista. Siendo imberbe. Fantaseo con qué habría sido del articulismo español, de Camba (y del anarquismo) si hubiera cumplido su deseo de permanecer allí toda su vida dedicándose a hacer la revolución. Lo cierto es que con 17 años lo deportaron de vuelta a España. A lo mejor hubiera pasado a la historia del anarquismo y no del columnismo. Nada, nada. Mejor que haya sido articulista.

«Jorge Wagensberg era un poeta metido en la cabeza de un científico y el cuerpo de un ilustrado bon vivant», dijo una vez el periodista Garlos Geli. Si escribo otra vez su apellido voy a escribirlo mal, así que lo llamaré Jorge W. Dirigió museos y fue un gran aforista. Me acuerdo de W. por un post en Facebook del poeta malagueño Víctor Manuel Pérez Benítez. Le comento que yo leía mucho los aforismos de W. en Babelia. Benítez ya lo sabía. Los aforistas somos así, nos leemos mucho los unos a los otros, aunque Jorge W. ya no podrá leerme porque murió hace no mucho. Murío sin saber quién era yo ni que yo le leía. Por cierto. Es normal, soy un ser insignificante. No es un aforismo. Ni falsa modestia. Es un dato. También lo será Wagensberg dentro de pocos años si nadie lo lee. A Víctor Manuel Pérez Benítez y a mí nos gustan los desayunos que dan en «Los Pueblos», que está cerca del mercado de Atarazanas, en Málaga. Lo cual no es insignificante. También hablo de desayunos, luego de charlar de libros y acerca de Mercedes Formica, con Mariano Vergara, que ha pronunciado una brillante conferencia en el CAL de Málaga sobre ella. Formica, malagueña, hizo cambiar a Franco leyes sobre la mujer tras publicar un artículo en ABC: 'El domicilio conyugal'. En los años cincuenta. Hay que leer 'Monte Sancha'. Desayunos. Coincidimos Vergara y yo en diagnosticar la guarrez de algunos establecimientos otrora elegantones. Y en lo infame de algunos ambientes cafeteros locales, no de todos, claro. Y de lo bien que se está en los bares de los hoteles. Ya sabía esto Camba, que estuvo viviendo en el Palace durante años. Apenas salía. Vamos, que se volvió un poco topo.