Entre las numerosas consecuencias negativas que traería consigo la construcción del rascacielos proyectado en el dique de levante del puerto, se encuentra una de la que ya habían venido advirtiendo diversas voces: el apagado de la Farola, la eliminación del faro que lleva iluminando Málaga y su mar 200 años. Como se puede imaginar fácilmente, la construcción de una mole de 150 metros de altura entre la Farola y el mar impediría el normal funcionamiento del faro, al interponerse contundentemente en su haz de luz. Esta, y no otra, es la única explicación que tendría el apagado de la Farola anunciado recientemente en los medios de comunicación. Este, y no otro, es el motivo que explicaría la construcción de lo que, con la evidente intención de convertir en positivo lo que es claramente negativo, se ha denominado, en un grotesco sarcasmo, como 'la nueva Farola'. Farola, en Málaga, sólo hay una. Y si se apaga y se construye otro faro, será cualquier otra cosa menos La Farola.

Como apagar la Farola por la construcción del rascacielos no parece algo cómodo de explicar a los malagueños, se alude, por lo que hemos podido leer en prensa, a razones técnicas, en especial a la existencia de una supuesta contaminación lumínica en su entorno que dificultaría o limitaría su operatividad. Que sepamos, los alrededores de la Farola no han experimentado un gran cambio en los últimos tiempos, como para generar esa súbita subida de iluminación. Por tanto, este supuesto exceso lumínico debería llevar ya bastante tiempo existiendo. Cabe preguntarse en este punto: ¿han venido existiendo riesgos para la navegación durante todo ese tiempo? Si la respuesta es afirmativa, ¿no se ha hecho nada para solucionarlo? Convendría aclarar esta cuestión, ya que, de ser así, estaríamos ante una gravísima irresponsabilidad de las autoridades competentes en la materia.

Por supuesto, es evidente que esto no ha ocurrido, y que esta no sería la razón del posible, si no lo impedimos los ciudadanos, apagado de la Farola, y también resulta evidente que alegar estas razones sin mencionar siquiera, aunque fuera de pasada, que el faro quedaría totalmente inutilizado por el rascacielos es, simplemente, tomarnos por tontos.

Pero admitamos, en un colosal ejercicio de ingenuidad, que hubiera realmente alguna preocupación por la contaminación lumínica existente en el entorno de la Farola. ¿Justificaría tan drástica decisión? ¿No existirían otras posibles respuestas al hipotético problema? Cuando una ciudad se preocupa, por poner un ejemplo, por la contaminación de sus autobuses urbanos, toma medidas, pero desde luego no suprime el transporte público. Otra cuestión, que cierra el círculo de lo absurdo, además de falso, del planteamiento: la construcción al lado de ese hipotético nuevo faro de un rascacielos de 150 metros, ¿no provocaría contaminación lumínica? ¿Va a estar apagado por la noche el lujoso, emblemático y majestuoso hotel?

La conservación del patrimonio permite y exige, siempre que sea viable, que se mantenga la función original del inmueble. La declaración como monumento, ni siquiera la de BIC, no implica en absoluto que pierda su función original ni que sus ocupantes tengan que abandonarlo; antes al contrario, lo aconsejable es que conserve el uso para el que fue diseñado. La famosa Torre de Hércules, en Galicia, continúa funcionando como faro dos milenios después de su construcción, y es no sólo BIC, sino que también forma parte de la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO. La Farola de Málaga no es, como la torre de Hércules, el faro en funcionamiento más antiguo del mundo, pero si es el tercer faro en funcionamiento más antiguo de España y el segundo de la península, precisamente detrás de la Torre de Hércules. Por tanto, la Farola debe seguir siendo un faro vivo, que señalice, con su particular código, al puerto de Málaga, al menos mientras sigan siendo necesarias para la navegación estas señales luminosas.

Por otra parte, la conservación del uso original es perfectamente compatible con otros usos del inmueble, en particular el cultural e incluso el museístico, por lo que no es necesario que deje de funcionar para desarrollar esas nuevas funciones de forma complementaria. Hay muchos ejemplos en el mundo de faros que, estando en funcionamiento, combinan su función original con nuevos usos, normalmente de tipo cultural. El faro de la ciudad de Sacramento (Uruguay), inscrita en el listado de patrimonio mundial de UNESCO, es un buen ejemplo del doble uso: visitas turísticas y culturales durante el día, y faro marítimo durante la noche. Por centrarnos en España, el faro Vilán, en La Coruña, el faro de Peñas en Asturias, o el también histórico faro de Porto Pi (Mallorca), entre otros, combinan su funcionalidad original con el uso museístico.

Los firmantes de este artículo solicitamos, el pasado mes de mayo, la declaración de la Farola como Bien de Interés Cultural, en la categoría de Monumento. Prácticamente todas las entidades y asociaciones culturales de la ciudad, así como las más importantes a escala nacional, se han adherido a esta petición. Desde el plano político se ha realizado con posterioridad una petición similar, que ha concitado la unanimidad de todos los grupos, tanto a nivel local como regional, aunque con argumentaciones que no podemos dejar de calificar como llamativas, por el hecho en sí y porque nadie se haya opuesto. Por ejemplo, en la propuesta planteada al parlamento de Andalucía se afirma que su «labor inicial de iluminación para los barcos está prácticamente finalizando». Curiosa petición de protección ésta en la que se vaticina, como si tal cosa, la pérdida de su perfectamente operativa, además de histórica y simbólica, función original, es decir, el quebranto de su esencia patrimonial.

Por el contrario, nuestra petición, que es hasta el momento la única en tramitación, plantea una protección integral, no cosmética, en consonancia con una visión del patrimonio actual. Se persigue proteger el edificio, pero también su maquinaria y su funcionalidad, así como su entorno, al que se encuentra íntimamente vinculado el bien, según recoge la legislación patrimonial existente, tanto nacional como autonómica.

Estamos en fechas de carnaval. La Farola es, sin ningún género de duda, el elemento urbano más veces utilizado en la cartelería oficial del carnaval de Málaga, además de en otras muchísimas representaciones. Si las intenciones manifestadas se llegaran a materializar, y la Farola fuera cegada, cabría que al tradicional entierro del boquerón le acompañara el entierro de la Farola. Los carnavaleros, seguro, la llorarían. Y con ellos todos los amantes del patrimonio de nuestra ciudad.