Queda aplazada la vida. Las autoridades recomiendan, exigen, que la dejemos para más tarde, para cuando hayamos sobrevivido, para cuando haya pasado esta pandemia que nos asusta tanto, esta por la que se clausuran estaciones, escuelas, ciudades, continentes, se desploma la economía, se vacían los mercados y los estadios. Hasta nueva orden hay que dejar la vida en suspenso, esperar, vegetar, y a lo mejor, dentro de unos meses, nos dejan ir a recogerla allí donde la dejamos, sacudirle un poco el polvo y ponerla en marcha de nuevo, como si eso fuera posible, como si conviniera que lo fuese.

Queda cancelada la vida y la sustituiremos por el miedo, la angustia, el caos. Paradójicamente, igual que el coronavirus, la teoría general del caos también nació en China. «El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo», dice un viejo proverbio, que unido a las investigaciones del matemático y meteorólogo Edward Lorenz, ha dado lo que finalmente se conoce como 'el efecto mariposa' y, más genéricamente, la 'teoría del caos'.

Gracias a ella se ha llegado a demostrar lo que ya sospechaban los pocos sabios que en el mundo han sido, que nuestro universo es caótico, impredecible, casi siempre absurdo. Un ínfimo suceso puede llevarnos, mediante un proceso de amplificación, a consecuencias totalmente incalculables. Esa es la idea básica del efecto mariposa, que una secuencia de hechos encadenados entre sí acaba por tener resultados impredecibles.

Aceptémoslo. La vida es, fundamentalmente, una incertidumbre. Con las teorías de Lorenz la ciencia dio el salto de las leyes deterministas de Newton y la aplicación de ecuaciones a las simulaciones que tratan de conocer la evolución del universo. Desde entonces se usan diferentes elementos y patrones para intentar predecir su comportamiento, pero al final siempre hay factores impredecibles en todos los experimentos que hacen muy difícil acertar en el pronóstico, porque todos los sistemas, desde el universo al cuerpo humano, son sistemas caóticos, flexibles e imprevisibles, en los que las conexiones entre elementos cambian como consecuencia de infinitas causas, entre ellas el azar.

Así, con la teoría del caos se explica desde el comportamiento de la naturaleza y el cuerpo humano hasta la trayectoria de una gota de agua. De tal modo que finalmente hemos de aceptar que el aleteo de una mariposa puede acabar causando un huracán porque todos los actos y decisiones están conectados y las posibilidades de interrelación son incalculables.

De manera que, contextualizado, viene a resultar que un tipo se come un pangolín en una ciudad de China y en España se agota el papel higiénico en los supermercados.