Hace un par de semanas que ocurrió en Málaga algo extraordinario: en pleno puente de Andalucía y con un tiempo primaveral, un Festival de filosofía -que celebraba ya su tercera edición- registraba un lleno absoluto durante tres tardes consecutivas. Quien escribe estas líneas acudió al flamante Centro cultural de La Malagueta, donde tenía su sede el evento, con la ingenua creencia de que la sala estaría medio vacía. Craso error, sólo en la tercera jornada fue posible acceder tras acudir con 45 minutos de antelación, y para entonces la sala estaba ya a medio llenar. El aforo se completó las tres veces, también en una sala adyacente en la que se proyectaban las conferencias para quienes no cabían en la principal. Una noticia tan insólita como sintomática.

La jornada de clausura llevaba por título 'Por fin suenan las trompetas [del Apocalipsis]'. La vuelta de la religión y el populacho, tema que se debatió en mesa redonda tras una conferencia de Javier Gomá. En ella afirmó que, entre otras razones para el descontento imperante en nuestra la época del ocio y el espectáculo, a lo que tenemos hoy miedo es al aburrimiento. Claro que todo esto ocurrió cuando aún no mirábamos con aprensión los picaportes de las puertas. Apenas ha pasado una quincena desde entonces y se ve ya lejano en el tiempo. Aunque, a la vista del comportamiento de algunos de mis paisanos que atiborran los bares aún hoy, se diría que la proposición sigue vigente.

También se habló mucho aquellos días de la dignidad del ser humano. Dignidad que hemos fragmentado en una constelación de micro-dignidades que acaban por excluirse entre sí. A lo mejor estos días extraños nos sirven para tomar conciencia de qué es importante y qué es accesorio. Se nos ha olvidado desde los tiempos de la Ilustración.