En todo nacionalismo fetén hay un puntito de tontuna, pues al final descansa en un supremacismo absurdo y un imaginario épico, más o menos disimulados con una careta. Visto desde fuera es llevadero, y por respeto disimulas. Visto desde dentro, ha de ser como un simple picorcito. Ahora bien, bajo tensión el picor se vuelve resquemor y luego quemazón. Es entonces cuando el nacionalismo salta y muestra su verdadero rostro, en el fondo patético. Esto empieza a pasar en Catalunya y Euskadi con la oposición a que, en una situación de absoluta emergencia, la unidad del Ejército pensada para eso mismo realice labores de desinfección y de montaje de hospitales de campaña. Por favor, señores, rebobinen su imaginario y hagan que tome tierra, pues no beneficia a nadie que les perdamos el respeto, ni conviene, mientras no amaine la emergencia, que se lo acaben perdiendo hasta los suyos.