Lunes. Espantar el miedo es la principal tarea. Ni nos esperamos lo que nos aguarda. Vivamos el momento. El momento es un lunes raro en el que todos, a la hora de un desayuno tardío, estamos en casa. Galletas de chocolate. O sea, cierto ambiente festivo. Bajo a la calle con miedo. Tengo que ir al periódico. La curiosidad reporteril me impele a dar un rodeo para ver más y mejor cómo está mi ciudad. La responsabilidad me puede y elijo el camino de siempre, el más corto. Es suficiente. Me hago una idea. Quiero irme a casa. Soy consciente de que esta frase, «quiero irme a casa» va a caer pronto en España en desuso. De noche, efectivamente en casa, leo testimonios de gente que lleva dos días confinada (uno de ellos, domingo) y parece que lleva dos meses. Nos adaptamos rápido. Nos desesperaremos rápido.

Martes. Comienzo 'Casas y tumbas' de Bernardo Atxaga, que tiene una prosa hipnótica, poética. Supongo que es también mérito del traductor. Atxaga dice que no va a escribir más novelas. Ya hizo una incursión en el ensayo/diario, que yo recuerde, 'Días de Nevada', en 2013, cuando pasó una temporada en una universidad de ese estado, en USA. A lo mejor con esto del confinamiento se aburre y revisa su decisión. Cuántos relatos, diarios, novelas, etc. saldrán en un futuro sobre este tiempo de aislamiento. Cuantas vocaciones literarias nacerán. De tanto leer o de puro aburrimiento. Hay un tipo de escritor: el que no escribe. El que se deja embaucar por las tentaciones y/o es vago o poco disciplinado o tenaz. El que siempre está ocupado y no tiene tiempo para escribir. A muchos de esos ahora les sobra el tiempo en casa. En la novela de Atxaga hay un zagal que ha perdido la voz, tal vez de un susto. Me tiene muy intrigado.

Miércoles. Leo reportajes sobre cómo lleva la gente el confinamiento. Los políticos aprovechan en general este requerimiento para largarnos un rollo de que están trabajando mucho. Perdiendo la oportunidad de hacerse más queridos y entrañables, contando por ejemplo qué leen, qué hacen sus hijos, qué ven en la tele, si son de Cola Cao o de Nesquik o de cuántos seres queridos a los que no pueden ver se acuerdan. Y ni rastro de tomárselo con humor.

¿Tiene capacidad y derecho a gobernarnos quién ignora que el humor es medicinal, necesario y hasta imprescindible para sobrellevar lo duro?

Jueves. No soy muy de celebrar el santo pero sí soy de celebrar. Celebro tener una botella de Belondrade y Lurton de Rueda. Cosa magnífica, créanme. Y celebro ser padre. Celebro recibir libros, en el periódico o en casa. Como el que ha dedicado Andrés García Baena (editorial Algorfa) a Ibn Firnás (Ronda, 810-Córdoba, 887), un sabio precursor del Renacimiento. Aquí en la mesa está también el 'Diario de Cabotaje' de Rafael García Maldonado, que es boticario y escritor notable, del que admiro mucho su vocación; diarista con tino, también es autor de la magnífica novela 'El trapero del tiempo'. Hay En 'Diario de cabotaje' una inteligente mirada a la vida, una descripción contenida y continua de una soledad especial y muchos sobre el proceso de creación de una obra literaria. Un ilustrado que nos hace partícipe de su vida. Habla el Rey por la tele. Dice lo que tiene que decir. Un discurso obvio. Tardío. Algo ortopédico. «Todos en casa y el Rey hablando, parece Nochebuena, me dice Amaya». Cuento las latas de atún que tengo. 23.

Viernes. No está tan mal lo de las videollamadas. Me hacen una a traición y me veo despeinado. En las compañías de telefonía están recibiendo llamadas de gente que pregunta cuál es su número de telefono fijo. Está comenzando a usarse de nuevo. Me gustaría que me gustara el bricolaje. Voy a poner también 'bricolage' y así al menos una vez lo habré escrito bien. He habilitado una libreta para escribir aforismos. Es roja. Leo uno de Bergamín: «Mira como pasa el tiempo. Ayer se llamó esperanza lo que hoy se llama recuerdo».