Es como si el mensaje que expresa la voluntad del virus fuera éste: «sobran viejos, y cuando más viejos más sobran, sobre todo si son varones». Hasta ahí normal, tratándose de un virus, al que hay que suponer una actitud implacable y, por definición, inhumana. Ahora bien, en la forma de transmitir de forma machacona ese mensaje en el lado de acá, o sea, en el de los humanos cercados por el coronavirus, a veces parecería oírse muy al fondo cierto tonillo tranquilizador para un público mayoritario, como diciendo «no os angustiéis tanto, jóvenes y mayores que no llegáis a setentones: aunque no debáis olvidar que esto puede afectarnos a todos, la pandemia está diezmando sobre todo a los viejos, cuanto más viejos peor, sobre todo si son varones». Bueno, ejem, quizás se trate del oído suspicaz y la mente cascarrabias de un varón que ha cumplido hace varios años los 70 y se da por aludido.