Los tiempos son los que son... Terroríficos. Mis buenos amigos británicos - algunos todavía refugiados en ubérrimas tierras andaluzas - me anuncian pesarosos que Carlos, príncipe de Gales y heredero de la Corona Británica ha atrapado el insolente virus que llegó de Oriente. Mientras tanto, aquí en Málaga, nuestros grandes periodistas nos permiten aprender nuevas cosas... Como ésta:

«Desde el siglo XIV al siglo XX Málaga fue azotada por epidemias como la peste, el tifus, el cólera, la disentería, la gripe o la fiebre amarilla. Algunas de ellas mermaron tanto la población que hubo que repoblarla. Aunque muchos tengan la impresión de vivir tiempos excepcionales, una mirada al pasado evidencia que la excepción en Málaga, en los últimos siglos, ha sido pasar las últimas siete décadas sin una epidemia de consideración».

Así nos lo contaba hace poco mi lúcido amigo el maestro Alfonso Vázquez. Escritor prodigioso y docto gentleman malagueño al que tanto aprecio. Fue en uno de sus espléndidos artículos en La Opinión de Málaga: «Los siglos en los que Málaga fue azotada por epidemias».

Muchos ignoran que La Cónsula, la que fuera una de las mejores escuelas de hostelería de la civilizada Europa, tuvo sus orígenes en una de esas epidemias. Para huir de ella, a mediados del siglo XIX, la esposa malagueña del cónsul del Reino de Prusia en Málaga decidió que ella y su marido mandarían construir un hermoso palacio al estilo toscano en la Finca de San Rafael. En tierras de Churriana, en pleno campo, a unos pocos kilómetros de la heroica ciudad de Málaga.

La verdad es que no lo dudo. Esta maravillosa y curtida Málaga nuestra, milenaria, sabia y siempre animosa en la adversidad, como lo son en tantos otros lugares de la España que tanto amamos, ganará esta batalla. Lo pensaba mientras regresaba con avidez a las páginas de un libro muy importante que leí hace ya dos décadas: 'Armas, gérmenes y acero'. A su autor, Jared Diamond, entonces profesor de fisiología de la ilustre UCLA, la gran universidad californiana, le otorgaron el premio Pulitzer de 1998.

Nos contaba el profesor Diamond que la mayor epidemia de la historia fue una gripe que mató a 21 millones de personas al término de la primera guerra mundial. Una de sus antecesoras fue la muerte negra, la peste bubónica, que «mató a la cuarta parte de la población de Europa entre 1346 y 1352, con una letalidad que llegaba al 70 por 100 en algunas ciudades». Añade el profesor: «Una tercera fase en la evolución de nuestras principales enfermedades está representada por antiguos patógenos animales que se establecieron en el ser humano, que no han (¿todavía?) desaparecido, y que pueden llegar a convertirse aún, o no, en importantes factores de mortandad de la humanidad».

El pasado 22 de marzo hemos podido leer en el diario El País un interesante y muy oportuno texto científico: «El próximo virus». Lleva las firmas de Jared Diamond, el autor de "Armas, gérmenes y acero" y la de un eminente virólogo norteamericano, el profesor Nathan Wolfe. En él proclaman los autores lo siguiente: «Ésta no va a ser la última gran epidemia. Mientras los animales salvajes sean utilizados en China como alimento y en la medicina tradicional habrá más enfermedades de alcance mundial».. Hace casi tres siglos el gran Francis Bacon nos lo advertía en su "Silva Silvarum: the Phenomena of the Universe". Los frutos de la ciencia pueden hacer milagros para aliviar el sufrimiento humano. Pero esos mismos frutos, en las manos de demagogos, sátrapas y tiranos pueden ser tan crueles como malvados.