Dicen que la belleza de la ausencia de gravedad es que no sientes a los demás a tu alrededor, no te molestan. El astronauta Paolo Nespoli permaneció en el espacio 313 días, dos horas y treinta y seis minutos. Ahora asesora sobre aislamiento a los que llevan más de diez meses en una nave. Sus palabras son valiosas en estos tiempos de confinamiento. Explica que es muy importante tener un horario, no dejar que el día se desarrolle solo despertando cada vez más tarde. «El lujo en la Estación Espacial es que alguien más planea todo para ti y únicamente tienes que cumplir la tarea encomendada. Aquí en la Tierra depende de nosotros el plan de la mañana a la noche: trabajo inteligente, cocinar, limpiar una habitación, lavar la ropa, poner las cosas en orden, etcétera». Antonio Scurati, el escritor de ficción que en la actualidad mejor cuenta la centuria pasada en Italia, autor de 'M. El hijo del siglo', la novela más aclamada de los dos últimos años, y que en enero publicó en España la editorial Alfaguara, escribe en Corriere della Sera que una era ha concluido en Milán, hasta ayer la ciudad más avanzada, rica y brillante de Italia, una de las más deseables del mundo. «La ciudad de la moda, el diseño, la Expo y del aperitivo, que dio al mundo el negroni equivocado y la hora feliz, es hoy la capital mundial del Covid-19 y de una región con treinta mil infecciones confirmadas y tres mil muertos». Scurati (1969), napolitano pero residente en la capital lombarda, cita a Conrad, que a principios del siglo pasado se preguntaba cómo podía convencer a su esposa de que estaba trabajando mientras miraba por la ventana. «En cambio, yo me pregunto: ¿cómo puedo explicarle a mi hija que, cuando miro a través de la ventana, veo el final de una era? La época de la historia con el período más largo y distendido de paz y prosperidad de que disfruta la humanidad, en la que ella misma nació y sin embargo no llegará a conocer». Scurati observa a los escasos peatones de su generación que pasean provistos de mascarillas y con sus zapatillas deportivas por la calle y reflexiona: «Su infancia fue un manga japonés, su juventud, una fiesta en la piscina. Siempre era sábado por la noche y siempre íbamos a una fiesta; la edad adulta era un homenaje a una trinidad insidiosa y feroz: frenesí laboral, éxtasis en el ocio, sublimación del spa. Vivían mejor que nadie, pero cuanto más vivían, más inexpertos eran en la vida». Pasa página, cambio de era. Zweig hubiera aprovechado para escribir hoy 'El mundo de ayer'. Fin de una época adolescente, la historia reclama adultos. Es un mundo bastante anterior al de Yupi el que invoca desde el Palacio del Quirinal el veterano presidente de la República, Sergio Matarella, cuyas palabras recogen todos los periódicos protegidos por la edicola (el kiosco) que, por cierto, Italia defiende como un bien de la humanidad que le permite estar informada. Matarella, coincidiendo con el aniversario de la masacre de las fosas ardeatinas, llevada a cabo por las tropas de ocupación nazi en Roma, ha aludido a la posguerra para pedirles a los partidos que permanezcan unidos como sucedió en aquella emergencia nacional. Los democristianos y los comunistas se pusieron entonces de acuerdo para gobernar juntos cuando la nación dejaba atrás la pesadilla fascista. La posguerra en Italia se caracterizó por el trabajo responsable de la Asamblea constituyente en un ambiente de unidad que Matarella puso como ejemplo, preocupado por las diferencias entre Conte y Salvini. Es el ocaso de una era pero la desesperanza impide abrir otra renunciando al pasado más reciente. De derecha a izquierda -destaca Corriere della Sera- se invoca también al economista Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo desde 2011 hasta 2019, para guiar a Italia cuando concluya esta emergencia sanitaria. Conscientes de que el país está a punto de enfrentarse a una crisis económica sin precedentes, ellos creen que no se podrá superar sin un pacto nacional. De las palabras de Sergio Matarella podría nacer el partido de la responsabilidad.