Tengo a una persona muy querida en una residencia de mayores situada en el Puerto de la Torre y está aislado para controlar la posible infección por Covid-19. Sus gestores hacen esfuerzos diarios para desinfectar y dotarse de medios para luchar contra la pandemia. Existe un protocolo que cumplen a rajatabla, única forma de conseguir respuesta positiva. Este puede ser un pequeño ejemplo de cómo validar lo que proponen los especialistas pero que sin la colaboración, puesta al día y dedicación de los profesionales nada sería igual. La imperiosa necesidad de prestar atención, sobre todo a los más débiles, a nuestros mayores debe ser objetivo número 1. Por eso no entiendo lo que sucede en la Comunidad de Madrid con Díaz Ayuso ocultando datos y realidades y mucho menos que Torra, en Cataluña, se negara hasta ayer mismo a que el ejército desinfectara las residencias de mayores. Dos políticos que deberían estar de por vida confinados. No sé qué pasará con este amigo, luchador incansable por las ideas republicanas, pero sí entiendo que sus hijas al ver que funciona el protocolo hayan recuperado la esperanza y la fe. Desgraciadamente no todo el mundo puede decir lo mismo y centrar en las residencias de mayores la nuclearización de la pandemia y actuar conforme a la gravedad es obligado. No es fácil, pero por eso y por otros motivos habrá que coincidir con quienes afirman que esta pandemia nos tiene superados pese a los ingentes esfuerzos que se hacen para controlarla.

Me parieron optimista, positivo en pensamiento y en acción, pero les aseguro que esta pandemia me tiene hundido en la miseria y me anula. Y, sobre todo, porque asisto a una palpable falta de solidaridad entre los políticos, no así entre la ciudadanía, para aunar esfuerzos en la lucha contra el Coivid-19 empezando por nuestra casa pasando por la dura Europa que, vía Holanda y Alemania, niegan necesarios apoyos para responder al tremendo drama social que vivimos, pero, sobre todo, porque contamos en miles las personas que se han ido, y los que quedan, por desgracia y con los millones de parados que ya tenemos encima. Esta pandemia pondrá a muchos políticos en su sitio y cuando pase habrá que recetear muchas actitudes sobre todo de quienes hacen guerra partidista, pero también de quienes nos gobiernan, a todos los niveles. He hecho el supremo esfuerzo para situarme en quien o quienes tienen que tomar decisiones, la mayoría de extrema dureza. Y no me ha sido fácil porque nunca en la historia se ha vivido semejante situación, con una tercera parte de la humanidad confinada, es decir, cerca de 2.500 millones de personas encerradas en sus casas para evitar el contagio, con 1.500 millones de niños y jóvenes abandonando, momentáneamente, sus estudios. Recurro a estos datos para darnos cuenta de la magnitud, hasta hace inimaginable, de cómo esta pandemia va a cambiar nuestras vidas. Yo entiendo y aplaudo a quienes gobiernan, incluido a mis más cercanos, el Gobierno andaluz (me cuesta hacerlo con Jesús Aguirre, el consejero de Salud) porque están siendo capaces de dar respuesta positiva, con sus errores, al impacto mortal del virus; eso sí, las restricciones por la pandemia han de ser temporales, proporcionales y con respeto a los derechos de los ciudadanos y de libertad de prensa. Todo lo contrario de lamentables populismos y actitudes autocráticas que nos llevan a posiciones extremas como ha tomado Orbán, el primer ministro húngaro, capaz de utilizar el virus como pretexto para acentuar actitudes a todas luces dictatoriales. El PP de Casado, en el Parlamento Europeo, no ha condenado las medidas de excepción adoptadas por el Gobierno húngaro.

Bajando a nuestra casa impone alabar la actitud de quienes, aun teniendo causas objetivas, caso del PNV, no van a votar en contra de las decisiones del Gobierno que hay sobre la mesa y se llevarán la semana que viene al Congreso para no desestabilizar la situación. Luego, ya vendrá exigir. Sánchez y su gobierno, más unido que nunca pese a lo que sostienen los medios de la derecha y de la derecha extrema, buscará apoyos para hacer realidad las nuevas medidas, entre otras posibles alargar la cuarentena hasta finales de abril. Pero no parece que Pablo Casado esté por la labor. Debe aclararse y evitar caer en permanentes contradicciones porque si hace días era partidario de adoptar medidas más duras y más contundentes, ahora cuando las propone el Gobierno da marcha atrás, con la intención de desgastar al Ejecutivo, cueste lo que cueste. Casado se queja de no tener hilo directo con Sánchez. Habría que preguntarse de quién es la culpa, Cayetana Álvarez, dios mediante. Pero si lo del PP y Casado es para repensarlo, lo de Abascal y Vox no tiene arreglo alguno (populismo feroz estilo Orbán húngaro). El ejercicio permanente de llegar al límite sitúa a este partido en la permanente (me repito) soflama de rencor, de odio y saña hacia este Gobierno. El ejército al poder. Con ello todo está dicho. Se impone, por higiene mental y evitar diarreas ideológicas que muchos de nuestros políticos entren en cuarentena, o mejor, confinados de por vida. No caerá esa breva.