Como bien se sabe, Vasili Grossman (1905-1964) es uno de los más grandes escritores rusos del siglo XX. Fue además un brillantísimo corresponsal de guerra que entró con los soviéticos en Berlín en 1945, después de haber vivido en primera persona la gesta de Stalingrado, entre otras. Sus cuadernos de notas del período bélico fueron el material utilizado por el historiador Antony Beevor para su magnífico libro Un escritor en guerra. Vasili Grossman en el Ejército Rojo, 1941-1945 (Editorial Crítica). La famosa novela de Grossman Vida y destino, continuación de Por una causa justa, y dedicada como ella a la traumática experiencia del atroz conflicto entre la Alemania hitleriana y la URSS, constituye de principio a fin una verdadera obra maestra. Desgraciadamente para su autor, nunca pudo verla publicada. Tras el disgusto del régimen por la publicación en Occidente de El Doctor Zhivago, que le valió el Premio Nobel al gran poeta Boris Pasternak (forzado a renunciar a tal distinción), el KGB se incautó del manuscrito de Grossman, quien pidió ser detenido en congruencia con el secuestro de su opus magnum. Casi lo consigue. Hubiera desaparecido en el Archipiélago Gulag, de haberse atendido la solicitud de procesamiento formulada por el KGB, no tenida en cuenta, seguramente, a causa de la celebridad nacional e internacional de Vasili Grossman. Fedor Guber, hijastro del gran escritor, ha reunido en Cartas y recuerdos de Vasili Grossman, además de extractos del archivo de correspondencia familiar, que ilustra con su propio relato de la peripecia vital y literaria de Grossman, algunos documentos muy interesantes. Por ejemplo, el informe dirigido por el KGB a Nikita Jruschof acerca del contenido y significado de Vida y destino, en el que demuestra que captó perfectamente el mensaje de la novela: tanto el Tercer Reich como la Unión Soviética eran Estados totalitarios enemigos de la humanidad. Y sin embargo Grossmann, dirigiéndose igualmente al entonces líder soviético, afirmaba con total buena fe: "Mi libro no es un libro político. En la medida de mis modestos afanes, de lo que hablé en él fue de la gente, de su dolor, sus alegrías, su confusión; hablé de la muerte. Escribí sobre el amor que la gente se tiene y de la compasión que sentimos por nuestros semejantes". Y decía más adelante con cierto ingenuo patetismo: «Debemos a Turguéniev una acabada expresión literaria del amor que los rusos tenemos por la verdad, la libertad, el bien». Grossman añadía, dando nuevas pruebas de su arrojo frente al déspota supremo: «Los métodos utilizados para mantener en secreto la existencia de mi libro no son los que se utilizan para luchar contra las falsedades o las calumnias. No es así como se lucha contra la mentira. Así se lucha contra la verdad». ¡Admirable sentido de la dignidad personal! En el funeral de Vasili Grossman uno de los oradores no sólo destacó el lugar de Grossman entre los más grandes escritores en lengua rusa, sino igualmente la naturaleza de una obra que concibe el arte, efectivamente, como la mayor expresión de amor por los hombres, la verdad y el bien. Y añadía: Grossman no conoció el miedo jamás.