Organizamos continuamente maniobras de la OTAN para protegernos de un hipotético enemigo, que en esta prolongación artificial de la Guerra Fría no puede ser otro que Rusia, y, sin embargo, no estábamos preparados para esa otra 'guerra' que dicen los políticos.

¿Por qué ha pillado tan desprevenidos a nuestros gobiernos la epidemia del coronavirus, precedida como ha estado en las últimas décadas de otras graves epidemias - la de la gripe aviaria, la del SARS, la del MERS-?

Nos enteramos por la prensa de que hace ya ocho años, el instituto Robert Koch realizó un estudio sobre el hipotético estallido de una epidemia en Alemania que, a la vista de lo que ocurre hoy, parece premonitorio.

Los expertos, que bautizaron a ese bacilo ficticio con el nombre de 'Modi-Sars', en referencia al síndrome respiratorio agudo severo, describieron incluso su sintomatología, que se parece muchísimo al del actual Covid-19.

«Los síntomas, escribieron entonces, son fiebre y tos seca; la mayoría de los pacientes tienen problemas para respirar, y en las radiografías se detectan modificaciones pulmonares».

Cada persona contagiada infectaría a otras tres como media y desde el contagio hasta que se manifestase la enfermedad podrían transcurrir entre dos días y dos semanas.

Ni siquiera se equivocaron mucho los autores del estudio en sus previsiones sobre el origen geográfico de la epidemia: ese virus ficticio, transmitido del animal al hombre, procedería de un mercado del sureste asiático.

Se extendería luego rápidamente por todo el mundo, de modo especial por Asia, América del Norte y Europa, y llegaría a Alemania en sólo cuestión de semanas a partir de su descubrimiento.

En el peor escenario previsto, el Modi-Sars sería aún más letal que el actual coronavirus y acabaría con hasta siete millones de vidas sólo en Alemania. Pasarían además tres años hasta que se diese con una vacuna eficaz.

Es cierto que los autores no preveían cuándo se produciría una pandemia de tal magnitud y hablaban de que podría ocurrir en un siglo o en diez siglos. Tal vez por eso, los políticos no se lo tomaron demasiado en serio.

Pero los virus no avisan y el Covid-19 está ya entre nosotros sin que las autoridades sanitarias, ni las nacionales ni las europeas ni las norteamericanas, hubieran previsto nada para hacerle frente.

Les gusta a los políticos hablar de 'guerra' contra el virus, pero se han olvidado olímpicamente de una de las máximas de la guerra: la que expresa la frase latina 'Se vis pacem, para bellum' (es decir: si quieres la paz, prepárate para la guerra).

Nadie estaba en efecto preparado, nadie había hecho provisión de todo lo necesario para mitigar los efectos letales de una catástrofe de ese tipo: mascarillas y uniformes protectores, respiradores, camas de UCI. Pero también personal sanitario especializado.

No se entiende que los países de la UE no prestaran mayor atención a aquel estudio científico de uno de sus miembros, que no se compartieran sus previsiones, no se debatiera, al menos que uno sepa, ni se sacaran las debidas conclusiones.

Argumentan algunos que la Unión Europea no es un Estado y que corresponde sólo a cada país miembro tomar las medidas que considere oportunas para luchar como mejor pueda contra la epidemia.

No hay departamentos de sanidad, ni hospitales, ni laboratorios paneuropeos. Pero las epidemias no respetan las fronteras, y sería absolutamente necesaria una coordinación mucho más estrecha en ese combate que nos afecta a todos.

Ahora vemos cómo los países, en lugar de cooperar, tienen que competir entre sí para adquirir fuera del continente el material profiláctico o protector que todos necesitan.

Se reclama justamente mayor cooperación en el terreno económico, pero ¿qué pasa con la investigación y desarrollo de nuevos fármacos, de nuevas vacunas, en su producción y posterior distribución?