Nadie pudo prever la crisis financiera de hace más de una década, pero en seguida empezó un fuego cruzado de todos contra todos por no haberla previsto. En plena pandemia la ciencia sigue sabiendo poco del coronavirus: en ningún lugar del mundo se conoce el número de infectados reales y de muertos reales, no hay vacuna, tampoco hay tratamiento efectivo, se ignora por completo la causa de las enormes diferencias de letalidad entre países y entre zonas, hay solo suposiciones sobre la inmunización y, en cuanto a la transmisión, se conoce lo justo y se discute la efectividad de las medidas (confinamiento sí o no) y los medios (mascarillas sí o no). Sin embargo galopan ya los monteros y han soltado la jauría en busca de culpables de las imprevisiones de lo imprevisible, en un sórdido 'todo vale', enmascarando en esa barahunda los fallos en lo previsible, que los hubo graves.