Quién nos ha robado el mes de abril. En la posada del fracaso, donde no hay consuelo ni ascensor -los ascensores, hasta que no pase la alarma, mejor no tocarlos ni con guantes-, el desamparo y la humedad comparten nubarrón ayer y hoy en Málaga. Y cuando por la calle no pasa la vida como un huracán, como pasaba antes del virus, sacamos un sucio calendario del bolsillo y gritamos, tras haber escuchado al presidente del Gobierno en el Congreso decir que se volverá a prorrogar el confinamiento -es verdad, no miento- 15 días más a partir del próximo día 26 (sería hasta el 11 de mayo), lo gritamos por dentro como llevamos la procesión esta no Semana Santa coronada de espinas por el virus: -Quién nos ha robado el mes de abril, cómo ha podido sucedernos a nosotros, si lo guardábamos en el cajón ése donde se guarda el corazón€

Tomates

Unos trabajadores del campo que andan sembrando plantones de la variedad llamada tomate de industria le hablaban ayer, en un Jueves Santo que fue casi jueves sólo -¡tan solo de ser solamente jueves!-, a un reportero de la televisión andaluza y al hacerlo se bajaban las mascarillas que todos llevaban colgando al cuello. Los miraba por casa, a poco de haber narrado con un corazón y mil torpezas el desembarco que tampoco fue de los caballeros legionarios y la entronización del de la Buena Muerte que no sucedió tampoco, apoyado en el recuerdo del año pasado. Miraba a esos temporeros hablarle al reportero y pensaba que, casi un mes encerrados después, aún no sabemos para qué sirven las mascarillas ya que, si no te las pones cuando vas a hablar ante la cámara y así evitas las gotitas de saliva en el micrófono y en el brazo de quien te lo sostiene, para qué te las pones. Y pensaba también: pero qué mascarillas, si cuando vas al supermercado las llevan unos sí otros no y algunos no sé lo que llevan. Yo me pongo una de pintor que me dejó mi hermano. Es lo que hay.

Mascarillas

Lo que hay es que no hay y que las mascarillas que hay, si las encuentras ahora las mascarillas, son más carillas que cuando las vendían antes quienes ahora se aprovechan, si no los pillan. Lo mejor y lo peor siempre aflora cuando la vida aprieta. Habría que evitar, por tanto, que algunos aprieten con lo que tienen a quienes lo necesitan para no contagiarse, pero, sobre todo, para no contagiar a nadie, una simple y anhelada mascarilla. El sentido común siempre nos llevó a pensar que un virus que se transmite de manera endemoniadamente fácil por el moco y la saliva, lo tendría menos fácil si encontraba una barrera por donde el moco y la saliva salen. Luego está lo de saber usarla, lo de no tocarse la mascarilla, porque con la mascarilla puesta, la mascarilla es parte de nuestra cara, y la cara no hay que tocársela hasta haberse lavado bien los manos cuando lleguemos a casa; porque en la cara están los ojos, la nariz y la boca y por ahí, lo mismo que los fluidos susceptibles de ser vehículos virales salen, entran las gotitas recibidas en la parte exterior de la mascarilla cuando alguien nos habló de cerca sin llevar puesta una y luego nos la tocamos con los mismos dedos que después nos llevamos a los ojos, la nariz, la boca, ¡Ay!, la cara, qué cara puede resultarnos la cara, si nos la tocamos cuando no debemos tocárnosla€.

Helado

Este Viernes Santo que es casi sólo viernes en Málaga no están todos esos bonitos tronos que salen los viernes por Semana Santa y que tanto nos gustaba buscar a mi hermano y a mí, de la mano de mis padres, cuando éramos chicos. Para los niños de barrios humildes que nunca tuvimos sillas en la carrera oficial, el Viernes Santo era muy transitable. Había menos gente. Las cofradías más grandes y bulliciosas ya habían salido los días antes. Pero eran muchos tronos los que, incluso por el parque, iban y venían por el centro histórico y resultaba fácil pasear para buscarlos. Aunque algunos no llevaran bandas imponiendo sus marchas al ritmo de la primavera que nos hacía crecer por dentro, todavía sin darnos cuenta. Incluso nos podíamos sentar con un helado de Casa Mira en la mano a descansar un poco en alguna silla vacía en calle Larios -siempre pendientes de que no tuviera dueño que se hubiese levantado y que nunca volvió mientras estuvimos sentados mi hermano y yo y nuestra infancia, cabíamos los tres, mientras mi padre siempre se quedaba de pie vigilante en la acera€.

Trincheras

No sé si con el Sepulcro este día de hoy que no parece hoy habríamos sido capaces de enterrar, a la manera de Málaga, las trincheras que mantienen abiertas las hostilidades partidistas, sin que se den cuenta buena parte de los unos y de los otros de que desde donde se escupen sus estrategias a la cara, aunque sean pocos los que están de cuerpo presente en sus escaños del hemiciclo de la Cámara Baja, no son trincheras, excavadas para el disparo, sino tumbas. Demasiados muertos llevamos. Y sin servitas que los acompañen en el último tránsito€ Porque hoy No es Sábado.