Nos encontramos en momentos difíciles donde las emociones pueden estar a flor de piel más que de costumbre, la paciencia recorre menos camino hasta descontrolar y las reacciones pueden hasta sorprendernos a nosotros mismos.

Es importante que desde pequeños y durante toda nuestra vida trabajemos el autocontrol, que no solo está relacionado con la capacidad de calmarse o callarse, sino con la inteligencia emocional en su versión más extensa, tomando mejores decisiones, por difíciles que sean.

Conocer las debilidades de cada uno conlleva a poderlas controlar, e incluso la posibilidad de mejorarlas en el momento que uno se sienta capacitado para ello. No sirve el «yo soy así», «si no me quieres así es que no me quieres de verdad» o «con la edad que tengo ya no me cambia nada ni nadie». Reconocer las debilidades no supone solo reconocerlas, sino aceptarlas y comprenderlas, para poder actuar con responsabilidad en función del contexto.

El conocimiento de las emociones es fundamental y por ello tampoco se deben bloquear. Pedir que no se llore o a nosotros mismos que no nos vamos a enfadar más no sirve de nada, ya que las emociones pueden ser una guía para reconocer cómo nos sentimos en cada momento. Es normal que en estallidos emocionales nos sintamos mal (injusticias, insultos, desprecios, mentiras€), pero debemos encontrar las mejores estrategias para evitar la impulsividad, el descontrol y el daño. Hagamos todo, menos daño.

El reconocimiento y la importancia de los impulsos normalmente se hacen más evidente en los demás que en nosotros mismos, vemos la paja en el ojo ajeno, restándole importancia cuando nos ocurre a nosotros. Eso de que la gente impulsiva es buena o que los impulsos no son verdad es falso. El impulso que no es primario (hambre, sed, sueño, etc.) son faltas de autocontrol, ya sea conductual o de pensamiento, ya que también, debemos hacernos cargo nosotros mismos de nuestros propios pensamientos. Nos hace daño lo que nosotros aceptamos que nos haga.

Una persona impulsiva cambia de carácter rápidamente, se nota cómo la tensión aumenta y siente placer a la hora de reaccionar. También es muy común encontrar arrepentimientos y culpabilidad tras determinadas reacciones y los tiempos entre reacciones y arrepentimientos varían según la persona. Las personas impulsivas se suelen contradecir y les cuesta cumplir su palabra dado el poco control que tienen sobre sí mismos, por lo tanto, el acceso a las mentiras puede ser también considerado como una característica propia. Las personas impulsivas sufren más de ansiedad, inseguridad y pueden acarrear problemas familiares, laborales o sociales.

Para solucionar dichos problemas es muy importante:

  1. Que se detecten los problemas de falta de control y se describan de forma detallada.
  2. El entrenamiento de relajación a través de la respiración para poder favorecer el pensamiento antes de la acción.
  3. La imaginación de situaciones problema para trabajar futuras acciones y así aprender de los errores.
  4. Aprender a desahogarse con respeto hacia uno mismo y hacia los demás cuando se detecta mucha tensión, buscar una alternativa al estallido emocional.
  5. Entrenar el control del pensamiento para encontrar la mejor técnica y usarla en momentos de debilidad emocional, evitando pensamientos destructivos y provocadores.

La persona que realmente desee mejorar, tiene todo lo que necesita para hacerlo, VOLUNTAD.