La pandemia del coronavirus establece más claramente las diferencias entre trabajadores: hay quienes pueden dedicarse cómodamente en sus casas al teletrabajo. O se trasladan en su coche particular a la oficina si es necesario.

Otros, como los pequeños tenderos, las cajeras de los supermercados, el personal sanitario, el de limpieza de los hospitales, tienen que acudir diariamente en los transportes públicos a sus puestos de trabajo y están por tanto mucho más expuestos al virus.

Muchos de esos trabajadores, absolutamente imprescindibles para que siga funcionando la sociedad, como vemos con tanta sorpresa como satisfacción ahora, son además mujeres y su trabajo por tanto, el peor pagado y menos considerado.

El personal sanitario de ambos sexos, tanto los enfermeros como médicos de la sanidad pública, están en la primera línea de fuego, dejándose todos los días la piel sin gozar de la debida protección frente a posibles infecciones.

Está bien que se les aplauda en señal de agradecimiento desde los balcones por su heroico sacrificio, pero mucho mejor sería que se remunerase mejor su trabajo y no se les obligase a emigrar, como ha estado ocurriendo, a otros países. ¿Nos acordaremos de esto cuando todo haya pasado?

La pandemia coloca a la sociedad ante una disyuntiva: ¿es lícito sacrificar al sector más vulnerable de la sociedad, dejando que se propague el virus hasta conseguir lo que los expertos llaman "inmunidad de grupo" para que la economía siga mientras tanto funcionando?.

Es lo que propuso en un principio el Gobierno de Boris Johnson, hoy él mismo contagiado, hasta que, siguiendo el consejo de sus propios expertos científicos, el político tory decidió dar un viraje y ordenó que se tomasen también allí medidas de confinamiento.

Se quejan algunos gobernadores de Estados Unidos de que tienen que competir con otros Estados de la Unión y con el propio Gobierno federal por la obtención del material protector que necesitan, lo que encarece los precios para todos. Competencia feroz frente a cooperación: ¡Es el sistema, imbécil!

Se nos exige a todos los ciudadanos eso que los expertos llaman "distanciamiento social", que es más propiamente físico, cuando la tragedia exige que nos mantengamos todos más unidos que nunca. Es una de sus paradojas de la actual situación.

Se habla mucho de "triaje", es decir de dar prioridad a quienes tienen más probabilidades de sobrevivir o mayor esperanza de vida dada su edad. Pero ¿tiene una persona mayor o un minusválido menos derecho a vivir que los demás? ¡Es una pendiente ésa muy peligrosa!

¿Qué ocurrirá cuando el virus se propague exponencialmente, como ya ha empezado a hacer, por el mundo en desarrollo? ¿A qué tensiones someterá a sus infradotados hospitales públicos, a sus deficientes sistemas de salud? ¿Se salvarán sobre todo quienes pueden permitirse un seguro privado?

¿Resistirán, por otro lado, la tentación algunos gobiernos de aprovechar la pandemia para convertir el Estado de emergencia en algo permanente y neutralizar a sus parlamentos? ¿No parece estar siguiendo esa vía, entre otros, el primer ministro húngaro, Viktor Orbán?

¿Aceptarán, a su vez, sin rechistar los ciudadanos la suspensión de sus libertades fundamentales o la vigilancia continua de sus movimientos por parte del Estado a cambio de que éste les garantice seguridad, como vemos que ocurre, por ejemplo, en China?

¿Volveremos, cuando esta pesadilla haya por fin pasado, al "business as usual", como desea el presidente de EEUU, Donald Trump, que habla ya de que las aerolíneas o los cruceros que han tenido que suspender su servicio volverán a funcionar al cien por ciento?

¿No habremos aprendido nada de esta crisis? ¿Seguiremos explotando los recursos limitados del planeta, contaminando su atmósfera, permitiendo la expansión de las ciudades? ¿Acabaremos con los últimos espacios naturales en beneficio de un crecimiento económico irresponsable?

Y también ¿volverán a estar todos nuestros países tan poco preparados como esta vez frente a futuras pandemias que sin duda estallarán por culpa de la agroindustria intensiva, de la invasión de los espacios vírgenes y los saltos de los virus entre distintas especies animales y de ellas al hombre, todo ello acelerado por la globalización?