Málaga, después de un mes de clausura preventiva, el silencio en ocasiones ha llegado a ser tan compacto que dibujaba horizontes plúmbeos sobre este período de mutismo, percibido éste como un transcurrir de hace ya mucho tiempo; de un pasado distante.

El último miércoles del mes de abril se celebra desde hace más de dos décadas el Día Internacional de Concienciación sobre el Ruido con la finalidad de promover el cuidado del ambiente acústico, la conservación de la audición y la sensibilización sobre las molestias y daños generados por los ruidos.

En estos días de solidaridad consumada y actos épicos de los profesionales quienes nos salvaguardan, nos cuestionamos el por qué hay un día para todo. Unos son fomentados por organizaciones que lo van nutriendo con el paso de los años; otros días internacionales y mundiales son promocionados por la ONU con el objetivo de concienciar y señalar que existen problemas sin resolver para que los Estados actúen.

Esta cuarta semana de confinamiento está asistiendo a tres jornadas globales entreveradas entre sí: el lunes comenzamos este septenario con el Día del Beso; hoy celebramos el Día Mundial del Arte -coincidente con el nacimiento de Leonardo da Vinci- y mañana conmemoraremos el Día de la Voz. Tres momentos inherentes en nuestras vidas: los besos, las artes y las voces, tan añorados como anhelados en esta época de incertidumbre. John Banville en su obra 'El mar' me comenta: «La verdad es que todo ha comenzado a ocurrir al mismo tiempo, el pasado y el posible futuro y el imposible presente». Lancemos besos al aire para cuidarlo; impregnémonos con el bálsamo del Arte para hallar consuelo y alcemos nuestras voces ante tanta irresponsabilidad padecida para poder visualizar el final de este túnel demasiado largo y oscuro. Muchos ánimos. ¡A seguir!