Aprendices víricos con muralla incluida

Hay quien dice que la Gran Muralla China se ve desde la Luna, y si es así podemos pensar que tiene unas dimensiones colosales y una historia propia de una cilivización milenaria con unos amplios conocimientos culturales, muy diferentes de los adquiridos en Europa y el mundo entero.

Pero la globalización de los mercados y la libre circulación de las personas ha comportado que sus más de 1.300.000 ciudadanos han ido saliendo de su confinamiento, repartiéndose por doquier, exportando sus productos y dirigiendo negocios, del más pequeño hasta el más grande, ocupando internacionalmente un muy destacado lugar que ahora incluso preocupa a Trump.

Seguiría igual, de no ser por su Covid-19, porque desde hace más de 3 meses, este virus ha saltado su muralla, cambiando la vida a la humanidad de este planeta, pero no es nada descabellada la idea de si siguiera aún vigente su sabido confinamiento, estaría aislada la pandemia dentro de su gigantesto monumento, sin infectar a nadie más.

No es así, y ahora, donde empezó, ya buscan la vacuna, dándonos lecciones de cómo parar al coronavirus y exportándonos mascarillas y material sanitario porque aquí nos hemos visto en principio muy incapaces, aprendiendo de su culpabilidad vírica, una disciplina social difícil de llevar y demasiado cara en vidas, provocándonos en nuestra civilización un antes y un después en comportamientos: social, económico, sanitario, y político, pero yo me pregunto: A partir de ahora, ¿todos vamos a mirar con los mismos ojos a los chinos?

Lluís Vinuesa Serrate. Málaga