Asisto, y con no poca satisfacción, al esfuerzo que hacen muchos colectivos para hacer más llevadera la pandemia del Covid-19, buscando soluciones, muchas veces muy imaginativas y paliar sus efectos en los más vulnerables. Que las universidades se hayan movilizado poniendo incluso por encima de sus posibilidades reales apoyo y ayuda a quienes no tienen para comer o pagarse la pensión, que puedan darse matrículas menos onerosas y que hayan abierto la esperanza para que los becarios puedan seguir disfrutando de las ayudas en el próximo curso me llena de íntima y real satisfacción. Los presidentes que integramos el Foro de las 9 universidades públicas de Andalucía estamos en esta línea y abiertos a proponer medidas que nos ayuden a redimensionar el futuro de las universidades públicas, así como replantear en la futura ley de universidades cuestiones que antes de la pandemia no tocaba, pero que ahora sí, entre otras garantizar el acceso y permanencia en las universidades de quienes menos tienen. Y, también, en forzar a los poderes públicos a replantear un nuevo y actualizado presupuesto que, después de los recortes, se entiende como muy necesario, en especial en el capítulo de investigación. Las universidades públicas de Andalucía son un ejemplo a seguir por sus reiteradas propuestas de hacer realidad la lucha contra el Covid- 19.

Y asisto, cómo no decirlo, a quienes han hecho de la solidaridad, incluso en situaciones muy penosas, un estado de ánimo real para favorecer ayudas a los más necesitados, abriendo puertas a la esperanza, como han hecho empresarios en Almería y Huelva, por poner dos ejemplos cercanos. Y asisto, con gratitud suprema, a la corriente positiva de ayudas e interés para que las residencias de mayores no sean un matadero. Doy fe de que es posible. Aquí en Málaga hay manifiestos ejemplos de ello y recuerdo a mi amigo de 92 años ya fuera de peligro y que tiene colgado en los labios y el pensamiento el reiterado saludo de «salud, compañero». Y se ha hecho realidad. Se puede salir.

Y asisto, con el corazón abierto de gratitud, a quienes a diario se la juegan en los centros hospitalarios. Doy fe de lágrimas sueltas cuando a las 8 de la tarde resuenan las palmas de alegría para quienes han hecho de su profesión el sagrado juramento de darse a los demás. Y doy fe de que a muchos ciudadanos se nos encoge el alma cuando leemos o escuchamos que un sanitario ha pagado con su vida ayudar a los demás.

Esta es la sociedad, solidaria, fraternal e igualitaria que muchos millones de ciudadanos españoles queremos, deseamos y por la que llevamos años luchando. Pero como la dicha nunca es total, hete aquí que asistimos, sin apenas capacidad de lucha y respuesta salvo cuando nos toque ir de nuevo a las urnas, a quienes en lugar tan sagrado, o al menos debería serlo, como es el Congreso de los Diputados algunos políticos (no todos, por supuesto) se dan estopa, pero de la mala. Y en ello se lleva la palma el partido nacido en el rencor y el odio como es Vox que ha echado al ruedo a quien llaman Maca para hacer de las mentiras y las falsedades su hoja de ruta. Pobre Maca capaz de pegar una pegatina con la bandera de la sagrada España en la suerte de mascarilla para oprobio de quienes queremos una España libre de fundamentalistas y fascistas. Vox ha hecho de las noticias falsas su razón de ser y su hábitat natural, donde se mueve como pez en el agua por su falta de ideas, de inteligencia y manifiesta incapacidad para diseñar el más mínimo proyecto de sociedad, salvo el insulto, la manipulación y la mentira; residenciando en las letrinas su manual de provocaciones, Maca Dios mediante.

Y digo yo, si con este bagaje esperpéntico del que hace gala Vox y sus más preclaros representantes, cómo es posible que un partido moderado, que ha sido gobierno, que tiene entre sus filas a preclaras personas que militan en la democracia más consolidada tal cual es el PP de Pablo Casado, una y otra vez, caiga en las redes que con malsana intención le tiende Vox. Yo puedo entender que en este partido conservador y neoliberal sobresalgan personajes de catadura dudosa, políticamente hablando, como García Egea, Cayetana Álvarez, Rafa Hernando, Maroto y el de la moto (los enviados de Aznar y su subproducto FAES), pero me cuesta trabajo admitir que personas formadas en la democracia, con notorio bagaje por su capacidad intelectual y que hacen del diálogo camino imprescindible para avanzar, sellen sus bocas mientras que el PP se entrega con armas y bagajes a quien, entre otras lindezas, aboga por un golpe de Estado.

Se impone el diálogo y el consenso para llegar a acuerdos que nos saquen del abismo en el que estamos, superar las tormentas que nos azotan y el tsunami por venir. Y habrá que preguntarse qué culpa tenemos unos y otros para no conseguirlo. Los que gobiernan, en primer lugar por cuanto es su responsabilidad o quien se viste con corbata negra (Pablo Casado) que tanto él como algunos de sus protegidos giren como los derviches turcos en desenfrenado baile al son que les toca Vox. Es su desgracia, pero están a tiempo de detener los tambores de guerra.