Todos los años me hago el propósito de ir a los sanfermines. Nunca he ido. Este año los han suspendido. Me lo han puesto fácil. Tristeza. De adolescente soñaba con ir para correr delante de los toros. Ahora, con comerme, con amigos de aquí y allí, un chuletón con pimientos asados en Pamplona, vestido de blanco y con pañuelo rojo al cuello. Dar bandazos después.

En realidad, de adolescente soñaba con más cosas, pero tampoco es plan de incluir aquí un catálogo de actrices o ambiciones personales. Algún sueño de esos de adolescencia se me hizo realidad, como ser periodista. Lo que no he conseguido es que se me vaya de la cabeza nunca eso que ya saben de Santa Teresa de Jesús: «Se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las no atendidas». Lo raro es que nadie no dijera esto antes que ella, que lo dijo en el siglo XVI, que no debió ser muy animado, aunque desde luego las pandemias serían peores. Quinientos años después, más o menos, Truman Capote escribió un libro cuyo título remite a la santa, «Plegarias atendidas». Lo que no pudo Capote es atender a cómo trató la crítica a ese libro, ya que fue póstumo. A lo mejor no quería ni que se publicara. Espero que siga habiendo sanfermines, los habrá seguro. Ánimo. Si no es así significaría que el mundo habría cambiado (a peor) para siempre y de eso yo extraería una lección colosal: para luego es tarde. La lección no le importa a nadie, a mí sí. También al sector hostelero pamplonica, que no sabe cuanto pierde con mi no asistencia. No soy dado a pasar sed o hambre en los viajes y para estar en un hotel peor que en mi casa me quedo en mi casa. Eso es lo que hacemos ahora. Quedarnos en casa. Dios (y el ministro Illa) sabe hasta cuándo. No habrá ferias ni verbenas o teatro ni cine, ni tantas cosas. En mucho tiempo. Pero hay que sobreponerse. «Sobreponerse es todo», que decía Rilke en verso tenido por favorito por el maestro Alcántara.

No sé si el añorado y querido poeta y articulista fue alguna vez a los sanfermines, pero desde luego han de ser, entre otras muchas ventajas de vivirlos, fuente inagotable de inspiración para columnas, crónicas o novelas. A mí me sirven para escribir cada año y eso que no voy, así que figúrense a los que van. Que se lo digan a Hemingway. Uno de los grandes clientes de bar que han existido ¡Un pacharán!