Mientras que en Europa, gracias a la presión y propuestas realistas de Pedro Sánchez, Antonio Costa, Macron y Conte se avanza en la creación de un fondo para la reconstrucción, en España nos la cogemos con papel de fumar, con Pablo Casado sumido en desconcertantes dudas, cada vez más duro en sus desaforados ataques al Gobierno, con términos que si bien no alcanzan a llamar felón a Pedro Sánchez como dijera no ha tiempo, sigue en la estrategia de llevar a extremo máximo su no oculto interés por la caída del Gobierno de Coalición y llegar a las urnas como el único capaz de levantar España. Ya lo dijo Montoro: «dejar caer España, que nosotros la levantaremos»· Una estrategia peligrosa que a él lo puede arrastrar a la inanidad y a su partido a ser superado por Vox. Y esta situación se vuelve aún más peligrosa para el hasta ahora líder del PP al conocerse que el propuesto pacto de recuperación por Pedro Sánchez, ampliándolo a Gobiernos autonómicos y Ayuntamientos, ha encontrado un clima favorable, incluso en las filas del PP como ha dicho el presidente andaluz, Moreno Bonilla, que aboga por un gran pacto regional. Casado se lo tiene que hacer pensar. Se puede quedar más solo.

Esta crisis va a dejar a muchos políticos en el paro, al tiempo. En tiempos extraordinarios como vivimos se necesitan líderes que lo sean también. Constato que los machos alfa que medran en la política han hecho de la pandemia su guerra particular, utilizando de forma permanente terminología bélica, sirviéndose de la situación para apuntalar su populismo, sin importarle el dolor y la muerte de miles de ciudadanos. Por el contrario hay quien ha hecho de la política, en su sentido más honorable, un ejercicio permanente de ayudar a los demás, de cooperación que acentúe la solidaridad. Constato, además, que los gobernantes populistas, o que están en la oposición, en tiempos normales tienen capacidad extrema para manejar la información, con estrategias de comunicación que bombardean al ciudadano con los consabidos latiguillos populistas que minan día a día, como la gota malaya, incluso a las mentes mejor formadas, sembrando dudas donde debería haber certezas.

Y si esto es usual en tiempos normales, ahora que vivimos en la incertidumbre, en el miedo y pánico al presente y futuro, estos mentores del populismo más desaforado han cambiado de estrategia, siendo la difusión de noticias falsas por la red su mejor arma y, a veces, encontrando en soportes informativos un altavoz que les hace parecer como verdad lo que es un mentira. Estos medios informativos tienen nombre y apellidos en España, regados por ayudas económicas, unas veces institucionales y otras como lavadero de dinero de origen desconocido (sic). Hagan ustedes un ejercicio de separar la paja del trigo y verán que son más de lo que uno se puede creer. Y si a ello se le añade que estos líderes políticos tienen consumados especialistas en inundar las redes con asquerosas mentiras, con daños personales de calibre supremo, habrá que concluir que lo único que les importa es mantenerse en el poder (Trump, Bolsonaro, Órban, etc.) o que persiguen su conquista, pese a lo que pese (Le Pen, Salvini, Abascal, etc.). Tengo razones y argumentos para creer que los populistas, sirviéndose del estado actual de la sociedad, podrían acrecentar su poder con un ejercicio permanente de tener embaucada a la ciudadanía. Hay encuestas que apuntan a ello.

Difícil será luchar contra esta otra pandemia, la de las noticias falsas. Una pandemia que quizás no ocasione muertes, pero que irá, poco a poco, minando las certezas democráticas para imponer populismos claramente fascistas. Puede que no nos demos cuenta, con suficiente preocupación y hasta haya quien salude con una media sonrisa, el desaforado cabalgar de la mentira informativa. Leía estos días cómo el fascio italiano, nacido de Mussolini, utilizaba, a los medios informativos y las noticias falsas como poderosa arma para extender el fascismo como un reguero de pólvora. No digo yo que estemos en esta situación, pero sería bueno recordar cómo el fascismo y el nazismo tuvieron un campo abonado en similares situaciones a los que ahora vivimos: pérdida de valores democráticos y cívicos, fractura social con clase media abocada a la desesperación, angustiosa situación de la clase baja, sumida en la miseria, pasando hambre y sin posibilidad de acceder a la educación, la formación y la cultura y si a ello sumamos una recesión económica cuyo final nadie sabe en estos momentos ponerle final, habrá que llegar a la tremenda conclusión de que el fascismo está ahí, a la puerta de nuestras vidas, no teniendo la violencia como arma arrojadiza (fascio de Mussolini, nazismo de Hitler, represión franquista) pero si la laminación de los valores democráticos, convirtiendo a los ciudadanos en meros actores de una comparsa donde la libertad, la solidaridad y la igualdad son entelequias para estudiosos.

Me imagino que hay o habrá fórmulas para contrarrestar este tsunami depredador de libertades y democracia, pero a mí no se me ocurre otro que defender y luchar por la libertad de expresión y de información; la libertad como mejor antídoto contra los populismos castradores de estos valores. Es tópico decirlo, pero no deberían doler prendas afirmar una y mil veces que un periodismo serio y veraz; documentado y libre de injerencias malsanas está en la esencia de la democracia.