La bailarina malagueña Irene Estévez, confinada en la academia del Ballet Bolshoi en Moscú, ofrece en Instagram una actuación para amenizarnos la vida. Creí que todo en esa red social iban a ser ya, y para siempre, pasteles, comida a domicilio y gente haciendo gimnasia. Un imbécil se ríe de la ministro Montero por su acento. Digo yo que alguna vez habrá que sacar a pasear a los versos que se han compuesto en este confinamiento. Nadie ha prohibido transitar por la calle con una égloga o un epitalamio de la mano. Tal vez con un alejandrino. De aquí al sábado hay tiempo para comprar online un chándal o una camiseta, tal vez una sudadera, calcetines blancos con rayitas rojiazules, lo que sea que nos confiera aspecto de deportista. Un pasaporte para callejear. Esperemos que la policía no se meta en la velocidad a la que va uno. Cada cual es dueño de provocarse las palpitaciones que quiera. Dónde habré puesto las Kelme. El coronavirus ha evitado a miles de toros ser toreados, no así la muerte. Van al matadero estos días por miles. La Junta de Andalucía propone tasar el tiempo de estancia en los bares, media hora. Ni los bares ni la cama son sitios en los que haya que tener prisa por salir. Adiós a la espontánea «penúltima». Al «y nos dieron las diez». Salvo que se entre a las nueve y media.

Treinta minutos es una cervecita tranquila y una segunda apurada a golpe de corneta, con el líquido entrando en demasía por el gaznate. El mareo está asegurado. Hip. El mismo que nos proporcionan tantas comparecencias de tantos dirigentes políticos de tantos ámbitos. Nunca se dieron tantas ruedas de prensa para decir tan poco o para decir algo que no depende del que lo dice. Buenos tiempos para el periodismo declarativo, o sea, en cierta medida el antiperiodismo. Con la calle muerta y los periodistas confinados, la prensa es un gigante dime y direte. La cita de los aplausos, que nos unía en un sentimiento solidario, se está comenzando a desnutrir. Hay quien prefiere las caceroladas, si bien la mayoría sabe que eso se expresa mejor en las urnas. Movistar regala datos a sus clientes. Se bate el récord de consumo de internet. Un ingeniero escribe haikus. En estos momentos, alguien redacta una carta a mano para echarla al correo ordinario. El mensajero siempre llama dos veces. Echarse perfume para hablar por skype. Algún día pasará que la gente diga «todo esto pasará». Reabrirán las agencias de viaje. Hay fiesta en la cocina. Teletrabajar es una estafa. Cosechas sin recoger.

Deberían vender paciencia en los supermercados. Nadie hace acopio de empatía. Plantar un árbol, tener un hijo y crear una comisión. Las parejas firman un pacto de estar dos mientras los políticos se niegan al pacto de Estado. Perpetrar un corte de pelo. Hay líderes altos que tampoco están a la altura. No se vende un bañador. Los hogareños canturrean, lo pájaros ganan terreno. Nadie escarmienta en coleta ajena. Vivir en tercer grado. Verdadera alarma: que solo quede un batido. Ordenar fotos viejas. Y lavarse las manos después con gel hidroalcohólico.