En la película «Uno de los Nuestros», Ray Liotta que interpreta el rol de Henry Hill, pretende durante todo el largometraje entrar en La Familia. A pesar de sus méritos por ser considerado uno de ellos, sabe que nunca lo conseguirá. El motivo no es otro que su abolengo irlandés; para pertenecer a la Familia no hay otro modo que haber nacido italiano.

Algo parecido pasa en la política española desde hace unas décadas. Muchos políticos, lejos de formarse en las universidades, se instruyen desde la adolescencia en manifestaciones y pegadas de carteles. Van cursando niveles de obediencia en las juventudes de los partidos hasta que, llegados a cierta edad, comienzan a reclamar el diezmo por haber sacrificado sus días de vino y rosas al servicio de los tiburones que conviven en el océano político.

Las carreras y los másteres completan un currículum completado a mano por universidades privadas que legitiman así su falta de pudor académico. Son estas generaciones de políticos las que se ponen al frente de ministerios, secretarías de estado, comités de decisión, consejerías o concejalías aplicando sus conocimientos en brocha, pegamento y cartel.

Al contrario que en cualquier empresa privada donde se promociona la excelencia, la aptitud para gobernar en la política actual no está relacionada con el conocimiento o liderazgo. El ascenso se correlaciona con los años y los servicios prestados al partido. Imprescindible tarjeta de presentación para cualquier cargo vacante.

El alcalde de Málaga es una rara avis en este hábitat. Un sólido y hábil ingeniero que ha sobrevivido a las luchas políticas para modernizar con éxito esta ciudad. No lo dice este explorador polar, lo dicen los votantes que urna tras urna lo han puesto al mando de la casona con sus votos. Muchos de ellos ganados en los cuadriláteros de la oposición.

En su última lista electoral quiso que lo acompañara, como número dos, otro técnico con excelencia: Susana Carillo. Una ingeniera que se ha ganado el prestigio en la empresa privada a fuerza de rendir eficacia, dirigir equipos y situar a Málaga entre las primeras ciudades del mundo en la autogestión eficiente de la energía. Tras su éxito en el proyecto Smart City malagueño, Paco de la Torre quiso que pusiera en orden la digitalización urbana de la ciudad.

Desde entonces ha puesto en marcha multitud de proyectos estancados y otros nuevos que han logrado, en tan solo diez meses, situar al Ayuntamiento de Málaga entre los más avanzados en tecnología digital. Prueba de ello es el teletrabajo de mil trescientos funcionarios que mantienen la eficiencia técnica del Ayuntamiento. Asimismo, ha implantado el programa de la Escuela de Empleo, el Foro sobre el Clima, la escuela 42, la reactivación de nuevos cursos de formación y emprendimiento en el Polo Digital de Málaga. Ha presentado la candidatura de Málaga para organizar una exposición internacional de ciudades sostenibles en 2027 y ha presidido con éxito el primer pleno digital que tuvo lugar el pasado 20 de abril, aplaudido con unanimidad histórica por todos los grupos municipales. Un pleno que fue posible en Málaga y no pudo serlo en otras capitales como Madrid.

Todo ello gracias a una alcaldesa accidental que trabaja sin horarios tras las cortinas a media luz de nuestro alcalde, manteniendo con eficacia y sin ruido mediático el ritmo de nuestra ciudad en momentos tan delicados. Una profesional que no se rige por el dictado mediocre de los panfletos y los pliegos de algunos diarios. Una ingeniera, una de las nuestras, sin experiencia en política ni en pegado de carteles.