POR QUÉ SE DIFUNDIÓ EL CORONAVIRUS

Se ha callado, como un secreto militar que en cierto modo fue, la difusión global del Covid-19. Porque en Wuhan terminaron el 28 de octubre de 2019 unos multitudinarios Juegos Militares Mundiales, con 9.603 deportistas de 104 países (163 españoles), 30.000 voluntarios y 50.000 espectadores en su inauguración, que acudieron también masivamente a sus 27 pruebas y 316 eventos.

Ya sabemos que los síntomas de la infección tardan en promedio 5 días en manifestarse y pueden retrasarse hasta 20. También que pueden pasar desapercibidos en los más jóvenes y fuertes (como los deportistas) o ser confundidos con una gripe, máxime en otoño. Contra la teoría extraoficial china de que fueron unos cinco estadounidenses afectados de «una extraña neumonía» los que llevaron la infección a Wuhan, lo razonable es concluir que fueron quienes eran más de cien veces más y de todas las edades los que infectaran a los militares extranjeros. De ahí que explotara masivamente en primer lugar en Wuhan la pandemia, y así lo reconoció su Gobierno, amurallando el mercado donde declaró se había originado y haciendo dimitir a los funcionarios encargados de su vigilancia.

Se comprende ahora mejor el gran interés del Gobierno chino en ocultar que unas Olimpiadas destinadas a fomentar la confraternización entre los militares del mundo dieran lugar a una mortandad que ya es peor que la de muchas guerras. Es absurda la teoría conspiratoria de que aprovechó la Olimpiada para difundir una peste por la que su mismo pueblo se rebela, como el resto del mundo, por demostrar su mal hacer y secretismo mortal.

Martín SagreraFuengirola